El adulto mayor tsáchila cuida la oralidad

Una adulta  mayor tsáchila recibe atención en la comuna  LosNaranjos.

Una adulta mayor tsáchila recibe atención en la comuna LosNaranjos.

Una adulta mayor tsáchila recibe atención en la comuna Los Naranjos. Foto: Cortesía Susana Aguavil

Los adultos mayores de la etnia Tsáchila añoran sus años de gloria, cuandola práctica de sus tradiciones ancestrales les permitía mantener patente su cotidianidad en las comunas.

Pero aunque sus fuerzas ya no son las mismas, su memoria se resiste a olvidar esos saberes que aprendieron en contacto directo con la naturaleza. Clemencia Aguavil suelta una sonrisa cuando repasa los recuerdos de aquel ritual en el que izaba los brazos con montes en sus manos para invocar a los dioses y pedirles que el ­bosque y los ríos no los dejaran sin alimentos.

Tiene 90 años de edad y cuenta que está en reposo obligado en su vivienda, ubicada en la comuna Chigüilpe, debido a una dolencia médica que la alejó hace algunos años de las sesiones de chamanismo.

Extraña estos rituales, porque en los años mozos le bastaba caminar unos cuantos pasos para proveerse de las plantas que le permitían vislumbrar lo que en adelante le depararía el tiempo. Según Susana Aguavil, concejala por la nacionalidad Tsáchila, la adulta mayor es parte de un nicho importante de personas de larga data, que ayudan a preservar las tradiciones más sagradas y antiguas de este grupo étnico.

Es por eso que la edil emprendió una labor para que los adultos mayores tsáchilas puedan contar sus más recónditas experiencias a través de la oralidad, que en tiempos pasados fue una alternativa que facilitó la trasmisión de las costumbres entre generaciones.

Aguavil señala que usualmente esto se hace en la prác­tica, pero debido al impedimento por el estado de salud de los adultos mayores, se optará por el lenguaje oral. En el momento, se han identificado nueve de estas personas que, a breves rasgos, contaron sus experiencias antiguas, por ejemplo, cuando sucedían movimientos telúricos.

Rosario Aguavil tiene 120 años y confiesa que sus ancestros le hablaban de un personaje mitológico que tenía cuerpo de humano y cabeza de cabra. Este aparecía cuando la tierra se movía por los temblores y era una manifestación de la naturaleza, que ellos la comprendían como un rechazo al maltrato que le daba el ser humano.

Entonces, los chamanes más experimentados se reunían y hacían un ayuno obligado de una semana para pedir a los dioses que cese la inclemencia para los habitantes de la Tierra. Para Luis Alberto Aguavil, dirigente de la comuna Cóngoma Grande, no existe un registro histórico escrito con estos acontecimientos.

Todo lo que sabe en la nacionalidad es por las tradiciones orales que los abuelos narraban a sus nietos. De ahí que la concejala Susana Aguavil considera que estas memorias deben plasmarse en un texto, como una forma de tener una fuente de consulta.

Por ahora, Aguavil aprovecha para anotar en sus apuntes todo lo que cuentan los adultos mayores en sus recorridos. Ella es maestra parvularia y dice que cuando retorne a la docencia trabajará en un proyecto que permita que los niños se enteren de la experiencia de sus antepasados, siguiendo la tradición oral.

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