Adolescentes recorren las calles de Jama en busca de donaciones

Entrega de donaciones en el refugio de El Matal, ubicado en el sector de Ciudadela Nueva, cerca de Jama. Foto: Patricio Terán A / EL COMERCIO

Entrega de donaciones en el refugio de El Matal, ubicado en el sector de Ciudadela Nueva, cerca de Jama. Foto: Patricio Terán A / EL COMERCIO

Entrega de donaciones en el refugio de El Matal, ubicado en el sector de Ciudadela Nueva, cerca de Jama. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO

Jordan, Jonathan y Christian caminan por las calles devastadas de Jama. Tienen 13, 14 y 15 años, respectivamente; y buscan ayuda humanitaria para sus familias.

Desde el día del terremoto su vida dio un giro de 180°. Cambiaron el fútbol y la pesca por la limpieza y la búsqueda de comida. "Hay que sobrevivir", dicen.

Los tres adolescentes hablan con un tono maduro, impropio para su edad. No están tristes ni temerosos. Han superados los peores momentos de la tragedia y ahora solo piensan en ayudar a su familia para que puedan comer.

Jonatan relata un día en su vida antes y después de la tragedia como quien añorara volver en el tiempo. Primero especifica las variaciones en su dieta.

Antes -dice- desayunaban verde, pescado y jugo de fruta. Hoy comen un vaso con café y una rodaja de pan. En el almuerzo la situación empeora, "cuando hay donaciones comemos arroz con atún y cuando no hay, no comemos".

La ayuda humanitaria llega a todas las casas. Diariamente las Fuerzas Armadas recorren en su camiones el cantón y entregan las raciones a las familias afectadas.

Sin embargo, los chicos dicen que no es suficiente y por eso sus padres les piden que busquen ayudas extras entre los voluntarios que llegan todos los días a Jama.

Los jóvenes quieren ser policías o militares cuando crezcan. Esa es una idea que ya la tenían en su cabeza pero que ha crecido al ver la ayuda de los efectivos de la fuerza pública por el terremoto.

"Cuando crezca yo también quiero ayudar a la gente a salvar sus cosas y reconstruir sus casas", dice Jordan, el menor de los tres.
Sin embargo, miran esos sueños lejanos. El año escolar en la Costa debía empezar la próxima semana, pero esto se ha pospuesto por la emergencia. Y la desinformación hace de los jóvenes su presa. "Dicen que este año se van a suspender las clases y toca reiniciar el próximo. No queda más", argumenta Christian.

Estos tres muchachos, al igual que otros de esa localidad, dedican sus mañanas a limpiar sus casas y a ayudar a sus vecinos en las mismas tareas, por si encuentran algo que sirva. Luego salen de sus casas en búsqueda de donaciones, recorren las calles una y otra vez. Cuando empiezan a oscurecer regresan, algunas veces con las manos llenas y otras vacías.

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