‘Psicosis’ la obra triunfal de Hichcock nació del libro de Robert Bloch. Foto: Captura.
Una estrecha relación de amor y odio es la que llevan la literatura y el cine. Ambas se juntan a través de la adaptación cinematográfica, en donde el cine toma herramientas de la narrativa literaria para contar desde la imagen, pero partiendo de las letras.
Las adaptaciones cinematográficas –según Rita Rojas, máster en Literatura con mención en Cine– han existido desde hace 120 años. Es decir, desde los inicios del cine. Empezando una relación que continúa a través de la literatura y el cine contemporáneo.
Tan solo en lo que va del año, 15 producciones fílmicas se han estrenado en el país como adaptaciones literarias. Para conmemorar -hoy- el Día del Libro hemos abierto la conversación sobre el lenguaje de la adaptación. Desde el romance, la aventura, las biografías, la ciencia ficción y cuentos infantiles, las historias en el cine se nutren de esta rama del arte.
Sin embargo, esta unión no siempre implica una fidelidad. Para Raúl Serrano, editor de la revista Kipus y profesor del Área de Letras de la Universidad Andina, la adaptación por naturaleza “es una especie de traducción que significa traición”. Se traduce desde un lenguaje escrito a uno visual en donde priman intereses propios y estéticas que pueden alejar de la obra inicial, manteniendo conceptos similares.
Tal es el caso de la película ‘Blow Up’, de Michelangelo Antonioni, basada en el cuento ‘Las Babas del Diablo’, de Julio Cortázar. La cinta tuvo un éxito arrollador y a simple vista no se asemeja al texto de Cortázar, pero ambas mantienen una misma idea. Las dos se desarrollan alrededor de la historia que puede llegar a contar una fotografía con el paso del tiempo.
Según Serrano, lo que prima en este espacio es la visión del director, su percepción sobre un texto. A partir de una propuesta, el director decide qué le resulta más interesante subrayar. El conflicto inicia, dice Rojas, porque la lectura es una actividad muy íntima y el espectador busca que su imaginación se vea reflejada en pantalla. Para este debate, Rojas plantea la pregunta ¿cómo haría usted para poner en escena esa novela?, antes de criticar la cinta bajo este esquema.
Rojas expresa que para esta convivencia con la adaptación se requiere de “respetar la literatura y el cine sin desconocer la valía de cada una”. Para ello es necesario comprender la lectura audiovisual desde su lenguaje propio. “Hay que entender los planos, la cromática, el montaje, etc., y qué intenta decir cada uno”, dice Rojas. Solo de esta forma es posible comprender la motivación del director y valorar a cada obra por sí misma.
Hay libros complejos que resultan un reto en la adaptación. Para Wilma Granda, directora de la Cinemateca, dependerá siempre del riesgo que el director quiera tomar. Granda reconoce, por ejemplo, el esfuerzo de la adaptación de ‘Entre Marx y una mujer desnuda’, del cineasta Camilo Luzuruaga. “Es complicada puesto que es una obra altamente poética de Jorge Enrique Adoum. No sabría decir si es feliz o infeliz ese encuentro. Pero la gente tiene la opción de leer y disfrutar del cinta”, concluye.
En este sentido, los tres entrevistados concuerdan en que las películas pueden también acarrear un efecto inverso a la crítica del formato. Puesto que el público puede encontrar interés por leer la obra después de ver la película.
Serrano recuerda el caso de la cinta ‘Psicosis’ realizada por Alfred Hitchock, basada en la obra del mismo nombre del estadounidense Robert Bloch. “El director puede ver las potencialidades de una historia para ser trasladada al cine, como lo hizo Hitchcock. Después del estreno, mucha gente buscó el suspenso y empezaron a leer los textos de Bloch”.
La relación tormentosa y conflictiva entre el cine y la literatura -como dice Serrano- es muy similar al amor, es un diálogo que se construye con el tiempo. Las adaptaciones se convierten en elementos que aportan a una nueva visión del mundo de otro autor.