Esta biblioteca-parque ubicada en El Ejido contaba con un fondo bibliográfico que fue creado por el Sinab. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Jorge Luis Borges dijo que siempre imaginó el paraíso en forma de una biblioteca. Un ‘paraíso’ que, para Eduardo Puente, presidente de la Asociación Ecuatoriana de Bibliotecarios, sigue, en el país, como la última rueda del coche en el ámbito de la cultura y el conocimiento.
La falta de interés que las autoridades tienen por las bibliotecas se refleja en que, después de dos años, el Ministerio de Educación todavía no ha terminado con la liquidación de las 700 bibliotecas públicas del Sistema Nacional de Bibliotecas (Sinab), una institución que existió entre 1986 y el 2014.
A las 11:30, de un viernes, una veintena de personas mira periódicos, revistas, libros o Internet, en la biblioteca de El Ejido.
Hasta hace dos años, el fondo bibliográfico de este espacio era parte del Sinab. Actualmente integra la Red de Bibliotecas del Municipio de Quito y recibe un promedio de 200 visitas diarias. El número, según Graciela Hurtado, una de sus bibliotecarias, se incrementa en ciertos días; aunque una encuesta del INEC (2012) indica que solo el 0,3% de lectores lee en una biblioteca.
A Hurtado le preocupa el estado de las bibliotecas a escala nacional pero, sobre todo, el futuro de esta biblioteca reinaugurada en el 2010. A ella le dijeron que este espacio cerrará en los próximos meses, pues allí se construirá una de las paradas del metro de Quito.
En total, 334 bibliotecas debían pasar a la rectoría del Ministerio de Cultura y Patrimonio tras el cierre del Sinab. Lorena Garrido, de la Dirección de Bibliotecas, dice que el continuo cambio de autoridades en el Ministerio “ha provocado que el traspaso oficial de las bibliotecas públicas se dilate”.
Garrido comenta que, desde el Ministerio de Cultura, se ha realizado el análisis de un tercio de las bibliotecas comunitarias del país: 111 bibliotecas, en dos años y medio.
A la demora en la liquidación, se suma que en el último borrador del proyecto de la Ley de Cultura no se recogen todos los insumos y propuestas trabajados desde la Asociación Ecuatoriana de Bibliotecarios. En este documento, entregado a los asambleístas de Alianza País miembros de la mesa de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Asamblea, se incluye la creación del Sistema Ecuatoriano de Bibliotecas (SIEB), regulado por el Instituto de la Memoria Social. Puente cree que en este artículo se debería agregar que la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo sea la cabeza del sistema. “La Biblioteca Nacional en otros países -dice- es el referente de los demás repositorios de la memoria”.
Desde hace un mes, el espacio donde funcionaba la Biblioteca Nacional luce vacío. Sus colecciones, excepto las incunables, saldrán de la Casa de la Cultura hasta que se termine la Conferencia de la ONU, Hábitat III, en octubre de este año.
Para entonces, esta biblioteca, adonde llegaron 20 000 usuarios durante el 2015, habrá cumplido ocho meses sin acceso al público. Garrido aclara que durante este tiempo se realizarán trabajos de inventario y digitalización.
Carlos Paladines, exdirector de la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo, añade que se ha tendido a concentrar todo en el Ministerio. Para este experto en educación, hay instituciones culturales que podrían administrarse mejor si se les diera capacidad de gestión y recursos necesarios cada año.
Paladines subraya los casos de Brasil y de México, donde las bibliotecas nacionales son las columnas vertebrales del sistema bibliotecario. Aunque son parte del sistema estatal tienen una capacidad de trabajo que no está anclada a las decisiones de los ministerios.
Otro aspecto que no se toma en cuenta en el borrador de la Ley de Cultura es la capacitación de los bibliotecarios. En el país, los estudios de pregrado en Bibliotecología se reparten entre la Universidad de Guayaquil; la Universidad Laica Eloy Alfaro, de Manabí; la Universidad del Azuay; la Universidad Técnica Particular de Loja; y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en Quito (con una mención en la carrera de Ciencias Históricas).
Para Puente, esto limita el desarrollo profesional de los bibliotecarios en otras provincias y que no pueden acceder a la oferta académica. Además, él, director de la Biblioteca de la Flacso, cree necesario que la universidad pública abra una carrera de posgrado para los bibliotecarios. Paladines, por su parte, sostiene que la Ley de Cultura debería incluir un acápite sobre la capacitación de los bibliotecarios, ya sea a través de estudios formales o de cursos abiertos.
Hurtado también coincide en que la Ley de Cultura incluya la capacitación, porque es necesario fortalecer el uso de nuevas tecnologías y el trabajo de acompañamiento en la lectura a niños y adultos mayores.
Para este año, no hay presupuesto fijo por parte del Ministerio de Cultura para el trabajo en las bibliotecas públicas. A pesar de que en 2015 más de 40 000 usuarios visitaron bibliotecas que conformaban el desaparecido Sinab, Garrido explica que la mayoría de actividades que se gestan desde la Dirección de Bibliotecas se realiza a través de autogestión y convenios.