La preocupación más reciente sobre la escasez de chips en el mercado mundial la emitió, el 31 de mayo, el consejero delegado de la multinacional Intel, Pat Gelsinger. El ejecutivo, en una feria internacional del sector efectuada en Taipéi, lanzó la advertencia: “Aunque la industria ha dado pasos para responder a las limitaciones a corto plazo, todavía puede llevar un par de años que el ecosistema responda a la escasez de capacidad de fundición, sustratos y componentes”.
El cambio de hábitos durante la pandemia, con una mayor demanda de aparatos electrónicos al pasar más tiempo en casa, por el teletrabajo o la teleeducación y hasta el excesivo uso de videojuegos, ha causado escasez mundial de chips o semiconductores, y muchas compañías se han visto obligadas a suspender procesos de producción, sobre todo los fabricantes de vehículos, con cálculos que apuntan a que esa escasez le costará este año a esa industria al menos unos USD 110 000 millones.
Al concluir el primer cuatrimestre de este año, la agencia Bloomberg advertía que Honda Motor detendría la producción en tres plantas ubicadas en Japón; que BMW reducirá los turnos de trabajo en fábricas en Alemania e Inglaterra; y Ford Motor anticipaba una reducción de su pronóstico de ganancias para el año completo; e incluso Caterpillar dudaba de poder satisfacer la demanda de maquinaria utilizada por las industrias de la construcción y la minería.
El impacto no solo se siente en los vehículos o en las grandes máquinas. Electrodomésticos que se utilizan en el hogar también resienten el efecto.
The Financial Times reportó en abril, y con base en datos de la agencia Bloomberg, que Samsung Electronics y LG Electronics de Corea del Sur se encuentran entre los grupos que han sufrido el impacto en la fabricación de lavadoras y tostadoras, y se prevé que estas demoras duren hasta el 2022. Un pequeño fabricante de televisores de Seúl dijo a la agencia: “Cada vez es más difícil obtener componentes claves a menos que pagues precios más altos. Tenemos que subir los precios de los televisores, reflejando el aumento de los costos de los materiales”.
Pero no solo sucede eso en el mercado. Ahora, las mismas compañías que se beneficiaron de la creciente demanda de teléfonos, computadoras portátiles y productos electrónicos durante la pandemia, que causó la escasez de chips, están sintiendo el golpe. Por ejemplo, el director financiero de Apple, Luca Maestri, advirtió que las restricciones de suministros están reduciendo las ventas de sus iPad y Mac, dos productos que tuvieron un desempeño bueno en los confinamientos del año pasado.
Un semiconductor es un elemento que contiene minerales como silicio, selenio, y tiene propiedades para conducir la electricidad. Tiene muchos usos en aplicaciones industriales, sobre todo en la fabricación de chips o circuitos integrados. Actualmente, todos los sectores los usan, lo que ha incrementado su demanda desde antes de la pandemia.
Los últimos datos de la consultora Gartner cifran los ingresos en el 2020 del mercado mundial de semiconductores en USD 466 237 millones, un 10,4% más que en el 2019.
Según el ranking de esta consultora, los tres primeros proveedores del mundo (Intel, Samsung y SK Hynix) controlan casi el 35% de las ventas mundiales. Entre los fabricantes, la taiwanesa TSMC ocupa la primera posición, con un 58,8% del mercado por ingresos, seguida de UMS, que tiene una cuota del 7,8%.
En un contexto como este y acogiendo la preocupación del consejero de Intel, de que el mercado mundial se puede normalizar recién en un par de años, muchos agentes económicos ven en la inversión en chips el bien más preciado en la economía del futuro.
Rodrigo Utrera, gestor del fondo BBVA Tecnología y Telecomunicaciones, en un informe publicado por el medio español Cinco Días -del 23 de mayo-, argumentó que la demanda de semiconductores sigue siendo entre un 30% y un 40% superior a la oferta. “El cuello de botella parece tener continuidad. Esto, unido a las crecientes necesidades mundiales de computación, fija unas bases sólidas para esperar que el crecimiento tendencial continúe a medio plazo”.
Especialistas del sector destacan dos grandes áreas de demanda de semiconductores. De un lado, la tecnología tradicional, como la telefonía móvil, computadoras portátiles, tabletas, consolas, Smart TV, que han tenido un gran empuje con la pandemia y, de otro, el desarrollo del auto eléctrico y autónomo, la inteligencia artificial, robótica, la Nube, el Internet de las cosas o la electrificación, que precisan de ingentes cantidades de chips.
En un reciente informe, el banco estadounidense Goldman Sachs apunta que “la mayoría de las empresas de nuestro universo de cobertura de semiconductores comunicó resultados por encima del consenso en el primer trimestre del año. Una mejoría basada en una demanda robusta, en un entorno de precios al alza y también en una mayor utilización de sus fábricas”. Goldman destaca también que, tanto en ingresos como en beneficios por acción, estas compañías mejoraron sus previsiones.
Goldman tiene razón en esa perspectiva. Basta ver el comportamiento del mercado bursátil, con un ejemplo: durante toda la semana anterior, el segundo mayor fabricante mundial de chips de memoria, SKhynix, obtuvo beneficios consecutivos en la Bolsa de Seúl.
Según Rory Green, analista de TS Lombard citado por BBC, los semiconductores son hoy en día “el nuevo petróleo”, el producto por el que rivalizan las superpotencias y lubrica una economía y una sociedad cada vez más digitalizadas. Y como sucedió durante décadas con el petróleo, los chips se han convertido en un recurso clave en el que intereses nacionales a veces enfrentados pueden generar turbulencias.
Sin embargo, no todos los agentes económicos de los principales mercados bursátiles del mundo creen que invertir en chips sea lo más preciado en este momento. “Hay que saber diferenciar a los ganadores de largo plazo, de aquellas compañías que a pesar de estar subidas a la ola, puedan atravesar problemas en márgenes a futuro o carezcan de ventajas competitivas”, señala Utrera.
Más allá de la coyuntura y del interés que despierta el futuro de los chips, lo cierto es que su incidencia en la política internacional también se siente y se refleja en los planes que desarrollan Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
El presidente Joe Biden lanzó un plan para subsidiar el desarrollo de una industria local con hasta USD 50 000 millones y reducir la dependencia a proveedores asiáticos. Además, dirigentes de la UE han expresado su deseo de aumentar su producción y evitar que sus fabricantes de automóviles tengan que volver a parar sus cadenas de montaje por la falta de semiconductores. Esta historia apenas empieza.