Un estudio demuestra que los mileniales están dispuestos a pagar más por productos certificados como amigables con el ambiente.
Dos iniciativas en la ciudad ofrecen productos biodegradables y orgánicos a domicilio para evitar la contaminación por plásticos en la urbe
Aceite de coco, bicarbonato de sodio y unas gotas de aceites esenciales, una receta “rápida y supersencilla”, dice entusiasmada Magdalène Deleporte al fabricar su desodorante artesano. Como ella, 500 familias de Roubaix, en el norte de Francia, se sumaron al reto del “cero residuos.
Una bolsa de tela, cubiertos reutilizables y un termo son algunos de los artículos que se han vuelto indispensables para quienes han decidido reducir o hasta eliminar los plásticos de sus vidas. A través del “Plastic Free July Challenge” o el reto de “Julio sin plásticos”, las personas han empezado a compartir sus experiencias en las redes sociales y a invitar a otros a unirse a este reto ambiental.
El desperdicio de alimentos en España tuvo un gran impacto para la ecuatoriana Mónica Barriga, quien residió en ese país mientras estudiaba un máster en Restauración de ecosistemas. “Me chocó un montón la producción de basura. Entonces empecé a buscar opciones”, cuenta.