Las mareas inundan la desembocadura del Zapotal, un río de poco caudal, que renueva -con cada marea alta- las aguas de una piscina natural que se forma en esa extensa zona baja y arenosa. Las aguas tranquilas de esa suerte de laguna marina contrastan con las olas del Pacífico, que golpean con fuerza a pocos metros, al otro lado de la playa.