¿Cuál victoria?

Más allá de la simple aritmética electoral, unos comicios ordenados y un aparente triunfo del Chavismo, conviene examinar el momento que vive Venezuela y sus proyecciones futuras. La hipótesis del presente artículo es que el nuevo período Chavista ahondará la incuestionable fractura entre dos Venezuelas, profundizará el control estatal de la economía y exacerbará las contradicciones de su decadente modelo político y social hasta provocar su crisis final. Todo esto sin considerar la grave enfermedad de Chávez que podría modificar el curso de los acontecimientos y precipitar la implosión del Socialismo del siglo XXI.

Es la primera vez que la oposición al gobierno Chavista logra unificarse bajo una estructura común y levantar el apoyo entusiasta de un pedazo equivalente a media Venezuela. Terminaron los días en que Chávez podía regodearse ante una oposición débil y fragmentada. A partir de ahora, sus tesis y acciones deberán desafiar a más de 6 millones de ciudadanos dispuestos a movilizarse bajo un nuevo liderazgo, cuyas ideas positivas y frescas contrastan con la decadencia, violencia y dogmatismo de la revolución bolivariana. Si algo explica el éxito electoral reciente de los socialismos del siglo XXI es la inexistencia de una oposición orgánica y la desarticulación de la sociedad civil. Con la integración de la Mesa de Unidad y la incorporación de diversos movimientos políticos y ciudadanos, se rompe una perversa ecuación política que ha permitido a Chávez ejercer un poder omnímodo, sin instituciones ni leyes.

Venezuela es un país en ruinas. Su infraestructura física se desploma; las cárceles y refinerías arden en llamas; los servicios de educación y salud son patéticos; la inflación llega a los niveles más altos de América; los mercados negros abundan y hay una dependencia patológica de productos importados; no hay inversiones privadas importantes y el aparato productivo se encuentra semidestruido; la inseguridad ha convertido a Caracas en la ciudad más peligrosa del mundo. El modelo de Chávez está claramente agotado. Los ingentes ingresos petroleros son insuficientes para financiar el monstruoso gasto público y una diplomacia megalómana. Por ello, todo indica que Chávez deberá extraer más recursos del sector privado a través de nacionalizaciones y exacciones. Un proceso que agudizará el conflicto social y el terrorismo de Estado.

Bajo un escenario semejante resulta difícil hablar de victoria. Hay un avance sin precedentes de la oposición que hoy luce organizada, con propuestas claras y un gran músculo político nutrido por su capacidad de movilización. Por ello, los demócratas no deben sentirse defraudados ante el resultado electoral; al contrario, hoy más que nunca, existen posibilidades reales de triturar al monstruo totalitario.

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