Han pasado más de 45 años desde que se emitió en la televisión el primer capítulo de ‘El Chavo del Ocho’. El programa, creado y protagonizado por Roberto Gómez Bolaños, ‘Chespirito’ dejó en la memoria colectiva entrañables personajes. Lamentablemente, los actores que trabajaron en la serie para traerlos a la vida, han fallecido causando conmoción entre las generaciones de seguidores de la serie.
Una vez al año, la casa de Beatriz Torres –Bachita, como la conocen en la parroquia de Santo Domingo- se llena de vecinos. La noche del 19 de diciembre del 2018 recibió a 120 personas que viven en el Centro Histórico y que se reunieron para celebrar la novena como se debe: en comunidad.
Luego de haber estado ausente durante dos años en el programa, el personaje de Don Ramón volvió a la vecindad y se reencontró con su hija, la Chilindrina, pero aquella gran actuación, guarda un truco. Además, una foto muy especial de los actores. Video: Infobae
El barrio en la versión antigua; la tienda de abarrotes como sitio de encuentro; el lugar de trabajo, o el autobús, fueron los espacios en los que el anonimato se disolvía. Allí prosperaba el sentido de vecindad y esa camaradería de puertas para afuera que fue clásica en ciudades como Quito. En el campo y en los entornos populares de las concentraciones urbanas, aquello de “vecino” conserva la vieja connotación de ese vínculo que hizo posible la vida social.
Se sabe que las negociaciones entre los Estados Unidos y Cuba para restablecer sus relaciones diplomáticas se iniciaron secretamente hace algún tiempo con la colaboración del papa Francisco. No cabe la menor duda que este acercamiento es un buen gesto hacia Latinoamérica de parte del gobierno americano y principalmente hacia Cuba. Desde que se establecieron las sanciones contra Cuba hubo voces de rechazo especialmente provenientes de Latinoamérica y que hasta ahora se escuchan.
En el condominio había problemas. Los perros hacían deposiciones en las gradas, parqueaderos, en la vías y áreas verdes. Por eso, desde hace dos semanas, los vecinos que viven en un conjunto ubicado en Quitumbe (sur de Quito) pegaron carteles amarillos en los postes y el mensaje es que los dueños recojan los desechos.
La calle está vigilada siempre. Desde una vieja garita ploma de madera, un guardia observa a las personas y vehículos que ingresan allí. Por las noches, el paso se cierra con una fina cadena oxidada y nadie puede pasar sin identificarse.
Las asignaturas pendientes, a la corta o a la larga, pasan factura. Y, casi siempre, después de que han causado sustos, escozores y a veces hasta lágrimas y muertes.