A las urnas

El próximo domingo los ecuatorianos tendremos una nueva cita electoral. A diferencia de las anteriores ocasiones, después del retorno a la democracia, ésta se realizará bajo otras normas que permiten que el Presidente en funciones pueda presentarse a la reelección inmediata.

El ascenso del actual grupo político al poder hace seis años, se dio con el apoyo de un gran espectro político que ahora son contradictores de ese proceso. Pero con sus votos, militancia y acción decidida estructuraron una nueva organización estatal, incluida la electoral, de la que ahora se quejan. No supieron a tiempo escuchar las voces que alertaban la construcción de un Régimen que buscaba acaparar el control absoluto.

Eran parte de los que calificaban a quienes se oponían como serviles del status quo y retrógrados, que supuestamente no atendían ni entendían la necesidad de estar a favor de los nuevos tiempos. Simplemente abogar por el respeto a las instituciones, por el cambio ordenado, por el diálogo y los consensos era anticuado y no cuadraba con los ofrecimientos del paraíso revolucionario.

A este proyecto se sumaron, velada o abiertamente, un importante número de comunicadores sociales que, como hoy se ve únicamente en los medios oficiales, en ese tiempo abogaban en favor del candidato de sus preferencias a través de las pantallas, micrófonos o las páginas de los diarios.

Fueron los que idealizaron lo ofrecido y supieron transmitir a los electores la idea de lo que el país requería. Una vez que se sucedieron los ataques del poder poco a poco se fueron desencantando, hasta ser identificados como opositores al Régimen actual.

Una vez en el poder, el proyecto se consolidó a tal punto que ahora el proceso electoral se ha vuelto predecible. Resta por saber cómo será el nuevo período que se avecina, siempre acechado por eventos fuera de todo cálculo que pueden echar al traste lo inicialmente programado. Si el Presidente es reelecto habrá que esperar si, como ha ofrecido, terminado el período se retira momentáneamente o en forma definitiva de la política. Si por el contrario sigue activo, la gran interrogante es si buscará reformar la Constitución para ir a la reelección indefinida.

En todo caso, en democracia la decisión final la tienen las mayorías. Eso no necesariamente significa que los elegidos son los adecuados o los correctos. Eso sólo se conoce en el desempeño de sus funciones. Y un líder que realmente trascienda será aquel que no polarice sino que convoque y consiga que todo un país se ponga a empujar un proyecto conjunto, en donde sin dejar de realizar acciones que tengan como norte favorecer a los más necesitados, se solidifique el gran anhelo de una sociedad cohesionada y unida que busque mejores días para todos.

Solamente allí se producirá el cambio tantas veces anunciado y que elección tras elección ha sido totalmente esquivo.

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