Tsunami árabe

Comenzó en Túnez, luego Egipto, avanza a Bahréin y Yemen, regresa a Libia. Como si un tsunami se desplazase de un extremo a otro del mundo árabe. La globalización acerca más a los países integrantes de la civilización islámica.

Que varios países del Medio Oriente se convulsionen simultáneamente eleva el nivel de riesgo del abastecimiento petrolero mundial. ¿Y si el contagio llega a los Emiratos Árabes, o Arabia Saudita? ¿Peor, ambos a la vez?

Eso es lo que tiene nerviosos a los mercados y empujado al alza los precios del petróleo, no tanto el potencial desabastecimiento de crudo libio.

A mayor riesgo en el Medio Oriente, relativamente menor es el riesgo en el resto del mundo.

Es de esperar que gobiernos y empresas de los países desarrollados multipliquen sus esfuerzos por encontrar hidrocarburos fuera del Medio Oriente.

La primera que busca capitalizar de estas nuevas circunstancias es Rusia, cuyo Ministro de Energía se apresura a dar seguridades a Europa que su país está dispuesto a incrementar el abastecimiento de gas. Simultáneamente la gigante Rosneft hace un llamado a las empresas europeas a que se asocien con ella para la exploración y explotación de hidrocarburos en el Ártico.

Brasil también se va a beneficiar mucho. Se estima que en ese país hay seguridad jurídica, gobiernos estables y se han hecho promisorios descubrimientos petroleros costa afuera. México también interesaría a los capitales petroleros, pero en ese país está prohibida la inversión extranjera en hidrocarburos.

En cuanto al Ecuador, la experiencia de Occidental y Perenco, el caso Chevron, lo poco atractivo del nuevo modelo de contrato petrolero y la afinidad con Chávez, ahuyentan inversionistas potenciales. A nuestro favor: ser un país de menor riesgo geológico que Colombia y Perú. Las circunstancias son propicias para que las autoridades atraigan la inversión extranjera en petróleo.

Su carta de presentación deber ser que este gobierno lo que ha hecho es propender al cambio de condiciones contractuales que considera lesivas y producto de malas negociaciones, en petróleo como deuda externa. Pero que no está en principio opuesto a la inversión privada. Prueba: los contratos mineros.

Ecuador tiene un potencial petrolero que si bien es trivial a nivel mundial, es de suma importancia a nivel nacional. La inversión y tecnología que se necesita para detectarlo y explotarlo excede las capacidades del país. Por otra parte, la actual crisis del Oriente Medio reforzará el desarrollo de fuentes alternas de energía.

La ventana de oportunidad para buscar, sacar y vender bien el petróleo es de pocas décadas. Cuando deje de ser el combustible de los vehículos, caerá de precio.

No hay que desaprovechar el momento.

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