Los tsáchilas acogieron a extranjeros

Las voluntarias sembraron árboles en los alrededores de las comunas tsáchilas.   Juan CArlos pérez / EL COMERCIO

Las voluntarias sembraron árboles en los alrededores de las comunas tsáchilas. Juan CArlos pérez / EL COMERCIO

15 jóvenes llegaron a la comuna Colorados del Búa como parte de un programa social mundial.

Susu punki. El estadounidense Nicholas Gardiner, de 19 años, pronuncia las palabras con soltura, como si el tsáfiqui -idioma de la nacionalidad tsáchila- no le fuera ajeno.

Lo aprendió al llegar junto a otros 14 extranjeros a la comunidad Colorados del Búa, en la provincia de Santo Domingo. Fue el 5 de febrero pasado. En español susu punki significa 'orejas de perro'. Los tsáchilas usan la frase para referirse a los niños desobedientes.

A Gardiner lo transporta a su hogar, en Colorado, cuando lo reprendían con esa picardía innata de los padres. No los ha visto físicamente desde septiembre del año pasado, cuando se embarcó en la aventura que impulsa Thinking Beyond Borders. La organización permite a los estudiantes que terminan la secundaria "conocer el mundo real", antes de ingresar a la universidad.

El programa dura 30 semanas y los extranjeros conviven con comunidades en Estados Unidos, Sudáfrica, India, Tailandia, Camboya, Perú y Ecuador.

Les acompañan cuatro intérpretes e instructores. Stacey Williams es una de ellas. Guía y aconseja a los jóvenes para que el viaje les permita madurar y aportar a la vida de las personas que visitan. En cada parada hacen actividades comunitarias.

En Colorados del Búa, por ejemplo, la misión fue reforestar la selva. Se sembraron 8 000 plantas. Unas 200 por día, aunque no de forma regular.

A veces el equipo de voluntarios no estaba completo. El cambio en su dieta hizo mella en su salud, especialmente cuando salían a la ciudad de Santo Domingo y se dejaban llevar por su curiosidad gastronómica.

Amid Das, de 18 años, tuvo que incluir en su bitácora la visita a una clínica, por una infección intestinal. Él vive en Boston. Ahí no había tenido la oportunidad de convivir con familias tan unidas como las tsáchilas. Fue un detalle que también notó Gardiner.

Hasta se le hizo extraño que todos se sentaran en la mesa a compartir la cena. En su casa no hay tiempo para eso. Tampoco estaba acostumbrado a levantarse a primera hora del día con el canto de los gallos. Ni a las jornadas de trabajo en el bosque, en medio del calor, la lluvia y los mosquitos.

Gardiner no se adaptó al calor y la humedad. Las botas de caucho fueron indispensables para caminar entre los senderos de lodo y maleza. Pero como él reconoce, todo le sirvió para encauzar su futuro. Quiere estudiar políticas internacionales y trabajar en comunidades como la de los tsáchilas.

Se sintió a gusto con ellos. No creía que las barreras del idioma iban a romperse tan fácilmente como ocurrió. Ante la falta de palabras, una sonrisa, una mirada o un gesto fueron suficientes. "No se necesita hablar inglés para pedir que ayudaran a lavar los platos". La tsáchila Marcia Aguavil descubrió la forma de compartir esa tarea.

Su casa fue la morada de parte del grupo de voluntarios, antes de que dejaran Ecuador el miércoles pasado. Ahora, para los tsáchilas convivir con los extranjeros es común. Ya han estado con tres grupos del programa en tres años.

No fue así hace siete años, cuando llegó la primera estadounidense, quien no tiene nada que ver con el programa. Su nombre era Done. Ella trató de conocer la cultura tsáchila, sus orígenes y evolución y no le fue fácil. Cuando los convocaba a las reuniones, ellos no asistían. Su idioma, el color del cabello y los ojos no les eran familiares. Cuando escuchaban el inglés, los tsáchilas pensaban que se trataba de insultos.

Alfonso Aguavil, el líder de la comunidad, fue de los pocos que se animó a romper el miedo. Done le habló sobre las oportunidades que podría tener la comunidad si fuera más abierta, si aceptara voluntarios, si se mostrara más al mundo.

Entonces ella tendió puentes con la organización Yanapuma y su director Andy Kirby se convirtió en un padrino para la comunidad. Yanapuma trabaja en Ecuador y se contacta con Thinking Beyond Borders.

Llegaron voluntarios para enseñar inglés a los más pequeños; luego vinieron canadienses para construir baños ecológicos, más tarde viveros, huertos...

Ahora la comuna se ha convertido en un referente mundial para que los jóvenes puedan aprender más de la vida.

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