Muchas personas mueren cada día en el mundo por falta de un órgano sano que pueda sustituir al suyo, enfermo o deteriorado, muchas veces como producto de males degenerativos.
Reemplazar un órgano, sin embargo, requiere la confluencia de muchos factores técnicos, fisiológicos y psicológicos.
Recientes experiencias solidarias en el país despiertan la esperanza de quienes necesitan un órgano para continuar su vida. Ángela Viteri, quiteña de 30 años y madre de tres niños, fue la primera paciente a la que se le realizó un trasplante hepático con final exitoso.
Ángela debió esperar 10 años para que se le realizara esa delicada operación que duró más de 12 horas, a partir de la extracción del órgano de un joven paciente declarado con muerte cerebral en el hospital Luis Vernaza, de Guayaquil.
En casos tan complejos se necesita la voluntad solidaria del donante o sus familiares, pero también (y a veces es lo más difícil) la compatibilidad entre uno y otro organismo. A eso se añaden los inalcanzables costos, pues un proceso como ese puede llegar a unos USD 100 000.
En el caso de Ángela todo salió bien gracias a su voluntad y al amor de su familia, pero también a la solidaridad de los donantes, a la decisión del Ministerio de Salud, al Hospital Metropolitano y a la técnica del cirujano Frank Serpa.
La lista de espera es larga. Decenas de pacientes esperan su oportunidad, pero para que sus procesos terminen con felicidad es importante que se consolide el trabajo colectivo y que se avance en la normativa. La experiencia mostró que el trabajo conjunto del sector público y privado, así como la solidaridad y la generosidad humanas, pueden hacer milagros.