Se mueven al ritmo de sus intereses y obsesiones; sus afanes distan tanto de sus convicciones, que parecen no representar al electorado que los catapultó, ni conocer nada de los compromisos que adquirieron. A pesar de ello, se les escucha declarar, con desenfado, que están satisfechos de su gestión.
Estuvo de principio a fin durante los 10 años del gobierno de Correa, siendo uno de sus hombres de mayor confianza. Ocupó los cargos más relevantes. Tuvo mucho poder. Quién diría que terminaría huyendo del país.
Una dosis diaria de imágenes perturbadoras consumen los niños y jóvenes ecuatorianos, aunque a veces alcanza a toda la familia que se junta ante la pantalla. Escenas de atroz violencia donde las armas parecen una extensión de las manos se vuelven parte de la cotidianidad. Los narcos han penetrado los hogares en las telenovelas transmitidas por la TV y por Netflix, con una narrativa que muchas veces edulcora sus despiadadas acciones y excentricidades, hasta casi normalizarlas.
El alcalde electo de Quito, Jorge Yunda, no ha tenido tiempo de celebrar; alcanzar un bajo porcentaje de respaldo (21.35%) cuando en los últimos 27 años sus antecesores recibieron sobre el 40 y 50%. Y contar con apenas tres de los 21 concejales le ha enfrentado a la realidad de una gobernabilidad que le resultará esquiva a menos que logre los apoyos suficientes. Para comenzar, ha invitado a los ex alcaldes a integrar un consejo consultivo.
Llevada al cine al menos siete veces, La Feria de las Vanidades es un clásico de la literatura inglesa en el que William M. Thackeray satiriza a la sociedad del siglo XIX.
Pocas veces el anuncio de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido tan oportuno para un gobierno como el de la semana anterior, al punto de desarmar la artillería pesada que ciertos sectores habían preparado para apuntar a las autoridades en busca de respuestas urgentes para atender la economía ecuatoriana en terapia intensiva.
El asedio de los griegos no conseguía atravesar los muros de Troya e idearon una estratagema: construyeron un enorme caballo de madera y ofrecieron como ofrenda a Atenea quien aceptó sin imaginar que era un ardid; en el interior los griegos ocultaron a sus mejores guerreros los cuales tras cruzar las murallas salieron del escondite, abrieron las puertas de la ciudad y los invasores la destruyeron.
Columnista invitada Reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela logró neutralizar el impacto de una cadena de errores cometidos en tiempo record por el gobierno de Ecuador, minando la autoridad de Lenín Moreno a una velocidad sin precedentes en la política nacional.
El paso de un año a otro es un conmovedor ritual que sumerge a la humanidad en una indescriptible emoción al intentar, en unos segundos, reconfigurar su existencia; reiniciar su propia vida con una renovada apuesta. Una suerte de involuntaria retrospectiva nos sitúa ante los hechos que se han sucedido en los últimos 12 meses, y allí asoman de manera espontánea la palabra empeñada y las ofertas no consumadas. Lo que pasa con las personas sucede también con los gobernantes, que encaran al pueblo que le recuerda sus actos y, sobre todo, sus olvidos. La cirugía mayor contra la corrupción a la que Lenín Moreno se comprometió es su gran deuda con el país. Un déficit que habría incidido para la pérdida de apoyo por lo cual 2018 cerró con 34.7% cuando un año atrás gozaba de alrededor de 60%. El “olvido” presidencial es mirado con suspicacia porque no hay justificación que valga para no poner ante la justicia a quienes se llevaron el dinero de los ecuatorianos, luego de que el mismo Moreno conf
Era 2010, el país había sido repartido entre los aliados del gobierno y la ética pública había desaparecido. Desde el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) se bombardeaba con la propaganda: “el cambio avanza seguro”. La utilización de la entidad, propiedad de los afiliados, con fines políticos, era burda y despreciable.
Thalía Flores y Flores Me había propuesto honrar a Quito, que hoy cumple 484 años de fundación, recordando la tercera estrofa de su himno: “Cuando América toda dormía/ oh muy noble ciudad fuiste tú/ la que en nueva y triunfal rebeldía/ fue de toda la América luz”.
Intento imaginar qué sentirán aquellos que, mientras detentaron el poder por más de una década, se jactaban de ser artífices de las mayores obras de infraestructura de la historia del país, al contemplar cómo esas mega-construcciones se han convertido, hoy, en monumentos al despilfarro y fuentes de inmensa corrupción, conforme señalan auditorías de las entidades de control del Estado. La hidroeléctrica Coca Codo Sinclair debe ser la alegoría perfecta de lo que fue el gobierno de Rafael Correa: sobredimensionado, sin ética ni técnica y con información forjada; un proyecto inverosímil hecho para la propaganda, la soberbia y el beneficio anticipado de unos pocos. Puede ser también la metáfora de quienes, rehenes de su vanidad y con una irracional animadversión a los periodistas, desestimaron lo que la prensa revelaba. La amenaza fue la respuesta a la denuncia que la revista Vanguardia hizo, en 2012, en la que alertaba de graves fallas en Coca Codo Sinclair; una obra proyectada para 50 año
Lo que presenciamos en estos días en nuestro país es surrealista. Ante la huelga de hambre del ex vicepresidente Glas, en rechazo a su traslado a la cárcel de Latacunga, Ricardo Patiño, ex ministro de Economía y de Defensa y ex canciller del Ecuador, ha llamado a la resistencia combativa y amenaza con tomarse carreteras e instituciones.
Ante las evidencias que lo involucran en dos gravísimos casos que se procesan en la justicia, el ex presidente Rafael Correa intenta anticiparse a los resultados construyendo un relato para victimizarse, y que la comunidad internacional piense que es un perseguido político.
Haciendo malabares con las palabras, un asambleísta que ha cambiado de pelaje ideológico y hoy es señalado por exacción a su asesora, intenta explicar su inconducta, sin conseguirlo. Tampoco puede aquella cuyo marido habría sido el cobrador de los diezmos a sus colaboradores. Mientras una tercera que integra la Comisión de Derechos de los Trabajadores que ella los violenta, no sabe cómo ocultar su doble rasero.
El ecuatoriano Antonio Muñoz Borrero ostenta la distinción de “Justo de las Naciones” y es honrado en Israel. El reconocimiento se otorga a los no judíos que arriesgaron su vida para salvar judíos durante el holocausto.
Corría 2008 y una nación manipulada emocionalmente apenas si reaccionó al golpe de mano que dio el entonces Tribunal de Garantías Constitucionales para transformarse en Corte Constitucional (CC), con cuya denominación pasó a ser una más de las funciones que controlaría quien dijo que, como jefe de Estado, era jefe de todos los poderes.
Las imágenes se suceden una tras otras y hasta las voces son audibles, identificables. Apenas la jueza de Garantías Penales de la Corte Nacional, Daniella Camacho, acogió el pedido del fiscal general (e), Paúl Pérez Reina, y dictó orden de prisión preventiva contra el expresidente Rafael Correa, recordé la justicia de la última década y por mi mente empezaron a pasar los luchadores sociales perseguidos, los indígenas amedrentados, los periodistas llevados ante la Supercom. Y la Ley Mordaza.
Apostaron a que con Alianza País y Lenín Moreno en la Presidencia seguirían en el poder, por lo que jueces, fiscales, contralor, procurador, superintendentes y hasta la Asamblea Nacional harían igual que en la década pasada: aparentando independencia, seguir el libreto de Carondelet. Así, todo seguiría igual, y los casos en manos de la justicia dormirían el sueño eterno.
Fueron zaheridos, vilipendiados, perseguidos y, muchos, arrinconados. Durante la década pasada, ser viejo en el Ecuador se volvió un estigma, un estorbo, casi una vergüenza. Legiones de ellos fueron echados de la cátedra, los hospitales y diversas entidades, cuándo estaban en su mejor momento de lucidez y su propia vida constituía la mejor pedagogía para las nuevas generaciones.