La primera vez que Santiago probó alcohol fue a los 12 años. Uno de sus amigos del barrio le invitó a una cerveza luego de un partido de fútbol. “A los 22 años ya era un bebedor fuerte”, cuenta el hombre de 29 años.Los datos del Observatorio de Drogas del Consejo Nacional de Sustancias Psicotrópicas y Estupefacientes (Consep), del 2008 revelan que el consumo de alcohol en el país se inicia a los 12,8 años de edad.
Ese fue el caso de Santiago. El quiteño cuenta que le agradaba que sus amigos le dijeran que era ‘bueno para tomar’. Pero desconocía que estaba convirtiéndose en alcohólico. “Tomaba dos o tres días seguidos. Si alguien me invitaba no podía decir que no”. Dejó la universidad y perdió a su novia por la bebida. Estudiaba Medicina. No pasó del primer año de la carrera.
“Mi hermana mayor me acompañó a Alcohólicos Anónimos (AA) y hoy me siento bien”. Llegó al grupo hace 7 años y desde entonces su vida es diferente. Estudió Comunicación Audiovisual y está por graduarse. Aún acude al centro de AA y con su testimonio ayuda a otras personas con esos problemas.
Según Carlos Santamaría, psicólogo de AA, en estos centros se atiende a un promedio de 100 personas al mes. Aunque no todas concluyen el tratamiento.
Uno de los métodos terapéuticos más aplicados por los centros de adicciones del país son las terapias vivenciales, grupales, individuales y familiares.
En la terapia vivencial, el alcohólico se nutre de las experiencias de otros que lograron superar el problema. “Hemos vivido horrores por la adicción y como conocedores de esa realidad pasamos el mensaje al adicto que está sufriendo”, precisa Rigoberto de los Reyes, adicto en recuperación del Centro Emanuel, en Pomasqui, en el norte de Quito. El lugar es para atender a 30 personas y dispone de áreas verdes .
De los Reyes agrega que esta enfermedad no tiene cura pero sí se puede tratar. “En nuestro programa el adicto admite su mal, restaura la fe y reconoce sus faltas”. Al paciente le cuesta USD 500 mensuales.
En cambio, Luis Tayupanta, coordinador nacional del sistema telefónico Informa-T/Ayuda-T, de la Fundación Nuestros Jóvenes, expresa que trabajan con una biblioteca telefónica. Previene y educa a las personas.
“Primero recomendamos trabajar con los padres”, indica Tayupanta. Y buscan que los progenitores se contacten con el terapeuta para tratar al joven adicto de manera adecuada. Las terapias duran mínimo tres meses y cada consulta cuesta USD 15.
Cira Núñez, psicóloga clínica del centro The Center, una institución quiteña que trata a personas con todo tipo de adicciones, dice que manejan los problemas de forma integral. Trabajan con áreas de la personalidad como la espiritual, psicológica y relacional. “Cobramos USD 30 la hora de la sesión. La persona acude tres o cuatro horas a la semana”. El tratamiento es ambulatorio.
En las terapias grupales, el especialista maneja conflictos similares. “Al compartir la problemática, el apoyo se fortalece”, aclara Vladimir Andrade, psicólogo del Consep. Agrega que el Consep y el Ministerio de Salud preparan un proyecto para crear centros de rehabilitación interculturales. Allí utilizarían métodos alternativos como la acupuntura, arte y psicoterapia.
Andrade pone el dedo en la llaga de un problema existente en los centros para adictos: no hacen un seguimiento de las personas que pasaron el tratamiento.