Ponen su cuerpo. Cantan, gritan, tocan, bailan. También sudan, sus manos sangran y sus piernas tienen una huella morada: la de un redoble, un surdo o un bombo, tambores que ya son parte de sus cuerpos, su herramienta para la resistencia.
El colectivo Yasunidos le regaló un nuevo tambor al prefecto de Zamora Chinchipe, Salvador Quishpe, quien perdió su instrumento luego de que el jueves 13 de agosto del 2015 lo perdiera después de ser retenido por la Policía, cerca de la iglesia de la Merced.
“El tambor mueve el corazón”, explica Hernán Herrera, uno de los miembros fundadores de Currumbao. Este sentimiento unió a los ocho integrantes hace muchos años, pero desde el 2009 la banda fue tomando forma. El nombre parte de la fusión de tres palabras que son el espíritu de la agrupación: cuero, rumba y tumbao.