El Coca apoya el cambio en la justicia. Así reza uno de los titulares del diario El Ciudadano, en su versión en Internet. El diario llega a tal magnífica conclusión después de haber preguntado a un taxista, y a cuatro ciudadanos orellanenses. Perla del periodismo oficial: nadie, con sentido común, contestará negativamente a esa posibilidad, ni siquiera en este pueblo, donde, la más de las veces, la justicia no llega tarde’ simplemente no llega. Es más, acá, como en otras partes del país, se espera al Justiciero, al Zorro, a Superman o, aunque sea, al Chapulín Colorado: -“¿y ahora quién podrá defenderme?”- para que haga justicia en tierra de nadie. El Justiciero, Superman, el Zorro, Rambo’ no importa su nombre’ la justicia tiene que cambiar y algunos parecen necesitar un superhéroe en el que hay que confiar ciegamente, en un verdadero acto de fe. Pero ojo: no vayamos a escoger entre tantos superhéroes, ese de las películas de hombres duros en las que el más bueno, es quien acaba más pronto con sus enemigos hasta liquidarlos a todos. Ahí tampoco importan los medios’ sino el fin: ¡todos liquidados! ¡todo el que se meta en su camino, ¡chao!, luego de ráfagas de metrallas. Al final de la película el héroe entre tanta maldad, se abre paso entre los cuerpos caídos y se marcha, absolutamente solo. Sí. En las películas de hombres duros el más bueno, justo y noble, es aquel que acaba con todos quienes están a su alrededor y no deja títere con cabeza.
Con “rambos” se actuó en Dayuma; como en los festivales de hombres duros (exagero, pero es una metáfora), se arman tremendos operativos para buscar terroristas entre los movimientos sociales a quienes se encarcela pasándose por encima “el debido proceso”, criminalizado la protesta social. A eso, sumémosle las moralinas del siglo XXI de las que nos ufanamos todos: no a la fiesta taurina, tampoco a los maltratos a los animales; no a la horrenda programación de la TV ni a los juegos de azar; no fume, no tome, no baile pegado’ es decir, de repente nos volvimos más papistas que el Papa y dejamos atrás consignas libertarias : prohibido prohibir con las que se pintaban, hace no mucho, las paredes quiteñas, para vivir en capilla, acusándonos unos a otros de traidores, de culpables de la desgracia nacional, o de cómplices de la lentitud de la señora de la balanza.
Ni con superhéroes, ni con moralismos. Ni con hombres duros, ni con rambos. La justicia no se construye a costa de perder las libertades ni los derechos. La justicia no se cambia con deseos ni con votos ni depende de una santísima voluntad. La justicia no se impone porque será todo, menos justa. La justicia, y la democracia, deben construirse entre todos, desde el disenso y el respeto, sin dedos acusadores, sin víctimas, sin verdugos.