Los subsidios son buenos y necesarios según cada caso. Por ejemplo, a quien tiene hambre hay que darle un pescado -de los diez que tenemos en nuestro gran congelador- como cuentan que hizo Jesús con pescados y panes; él no les enseñó a pescar… porque hasta eso se hubieran muerto de hambre.
Otros subsidios son malos: como al gas o la gasolina o, en el caso de los bananeros: la sobreproducción se premia pagando con nuestro dinero al imprudente; luego será al lechero, porque habrá sobreproducción de leche por la alimentación con guineo que se regala a las vacas y las fábricas de balanceado porque ya no lo comen los vacunos….Y, así, tendremos que pagarles a los paperos, los hueveros, los polleros y a los economistas.
No transformemos la cadena alimentaria en cadena de subsidios, porque no terminaremos nunca.