Pese a las constantes soldaduras, se siguen hallando fisuras en la central. Una de las ocho unidades estuvo parada dos años.
Entre puestos de trastos, ropa, comida, libros y más, a las 08:00, Julio César Peñaherrera, de 84 años, levanta la puerta de su pequeña sastrería, ubicada en la plaza Arenas, en el Centro de Quito. Es una de las pocas personas que busca mantener vivos los antiguos oficios de la capital.