A Sophie Jackson le diagnosticaron Trastorno del Espectro Autista (TEA) a los tres años. Su lucha constante contra el déficit de atención, efecto de la patología que enfrenta todos los días, la levanta todas las mañanas para enorgullecer a sus padres. Sin embargo, la pequeña australiana, de nueve años, soltó en llanto cuando obtuvo insuficientes en su registro de notas, por segundo año consecutivo.