Esther (nombre protegido) madruga a las 05:00 y se alista para una nueva jornada de trabajo autónomo en Quito. Camina por las calles del sector La Marín, en el centro de la capital, durante más de 12 horas para llevar el alimento a casa. Pero cada día -dice- la situación es aún más dura: son USD 10 la máxima ganancia que alcanza extendiendo sus labores. El presupuesto no abastece para sostener el hogar y su madre, una adulta mayor, también se suma a las actividades para que el hambre cese.