Monseñor Pedro Casaldáliga, en un poema escrito a los pocos días del asesinato del obispo salvadoreño, que fue baleado mientras celebraba la misa el 24 de marzo de 1980, fue el primero en llamarlo “San Romero de América”. Hoy, 38 años después, en Roma, el papa Francisco en efecto lo proclamará santo, junto con Paulo VI.
El arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, celebraba misa frente a la Catedral, el 24 de marzo de 1980. En un momento de la ceremonia, una ráfaga de balas se descargó contra el celebrante, que murió a causa del ataque. La multitud pasó de la sorpresa al pánico y al dolor. La inmensa mayoría del país lloró a su prelado. Y el mundo entero condenó el salvaje crimen cometido en medio de la celebración de la Eucaristía.