Los orígenes del rodeo montuvio se remontan a las fiestas de fandango de la época colonial que comienzan a unir expresiones culturales y simbólicas del mestizaje, según apunta el investigador y folclorista Wilman Ordóñez Iturralde.
Montar a caballo, rodear al ganado y cuidar de los páramos son solo algunas de las responsabilidades que cumplen los chagras. Así se denomina en kichwa a los hombres que cumplen a diario con las faenas del campo.
Usan botas y pantalones ocultos debajo de sus faldones. Se atreven a montar los caballos más ariscos de sus haciendas, sin temor a caerse y perder la elegancia. Cabalgan con seguridad, y el calor infernal del campo no les arruina ni el peinado ni el maquillaje.
Los trotes, brincos y destrezas fueron exhibidos por hábiles jinetes y sus caballos en la plaza de rodeos Jesús del Gran Poder.
Salió con las espuelas bien afiladas. Descalzo sobre la arena caliente, Nixon ‘el campeón’ Silva celebró su perfecta monta de caracoleo. Fueron 11 segundos eternos sobre Terremoto, un caballo chúcaro manchado, enojado por los hincones que recibía en su panza.
La actividad contó con más de una treintena de caballos y sus jinetes, pertenecientes a cinco delegaciones de las provincias de Guayas y Manabí, que llegaron para participar en la quinta edición del rodeo montubio de Monte Sinaí.
El sunfo es una hierba aromática de altura. En infusión, con un poco de raspadura, calienta y da energía. Los chagras, conocedores de sus virtudes, la beben antes de sus jornadas. Así lo hicieron durante el rodeo chacarero que se desarrolló la semana pasada en el cantón Mejía, en la Hacienda El Valle, de Gloria Jácome. Se juntaron los chagras del páramo del Pedregal y de sitios cercanos.
Esa actividad se mantiene gracias a los jinetes del páramo que se reúnen cada año. Cargan vetas, ponchos y zamarros, para arrear ganado bravo.
El tradicional rodeo montubio nació para mostrar las habilidades y destrezas de los trabajadores del campo en los potreros y como un deleite para los dueños de las haciendas.