¿Retornó el Estado?

Creo que es indispensable avanzar en una discusión que Manuel Chiriboga empezó la semana pasada en diario El Universo. ¿Qué clase de Estado tenemos hoy? y ¿es este más fuerte que en los últimos años de democracia? Creo que las respuestas son paradójicas. Por un lado, la presencia de un Estado fuerte, responsable y regulador parece una realidad cotidiana, a juzgar por los discursos. Sí, hay muchos más ministerios. Casi cuarenta.

Hay muchas secretarías, con rango de ministerio, y esto significa muchísima más gente trabajando para el Estado. Pero, casualmente, el nivel de movilidad dentro de este gran aparataje es dramáticamente alto.

El Estado es un conjunto de instituciones con reglas claras y compuesto por seres humanos, que son los que crean o no institucionalidad.

Sin continuidad, sin una burocracia sólida con posibilidades reales de hacer una carrera y de tener expectativas, ese Estado no es más que un castillo de naipes.

Recientemente un estudio de John Polga, Andrés Mejía y Santiago Basabe analizó el índice de movilidad en los gabinetes de la revolución ciudadana, comparados con los del viejo orden. La conclusión es que había mucha más volatilidad en este Gobierno que en todos los gobiernos pasados. El estudio solamente observó ministros y subsecretarios, pero sobra decir que cada cambio de ministro significa cambios in extenso en gran parte del personal, especialmente en los ministerios nuevos.

Peter Evans ya había determinado en 1999 el índice de weberianidad (es decir de institucionalización burocrática) en el Ecuador es muy bajo 4 sobre 10. Un estudio reciente, de Pablo Andrade, determinó que el índice no se había movido un ápice durante estos cinco años.

Yo conozco un ministerio cuyo personal cambió en un 90 por ciento de un ministro a otro.

Solo para tener una idea, en países desarrollados como Alemania o Reino Unido cambian apenas el ministro y un par de subordinados. Nada más. La burocracia tiene una carrera estable, llena de incentivos y con expectativas claras de ascenso, de apropiación de los temas y de responsabilidad con el país más allá de los gobiernos de turno. Son países donde el Estado se diferencia claramente del gobierno.

El resultado está a la vista. Pocos resultados, retrasos, incapacidad de pensar el largo plazo y complejas rencillas entre ministros que no llevan a buenas coordinaciones de lo que es necesario y se debe hacer.

El retorno del Estado era un bien común esperado por todos. Ese Estado fuerte parece muy visible en las carreteras (aunque amparado por los increíblemente altos precios del petróleo). Y es posible que los almanaques cataloguen a este Gobierno en el futuro como “el Gobierno de la vialidad”. Pero me pregunto ¿qué quedará de todos los demás ministerios cuyo personal es ahora más que nunca volátil, con tan pocos incentivos morales e institucionales para pensar el largo plazo?

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