¿Qué tienen en común un estropeado Cristo de yeso y un hombre con una herida en la nariz? En Quito, al menos, ambos son "reparados" en el mismo local, donde restauradores de íconos religiosos emplean sus técnicas y secretos para "curar" o maquillar personas.
Semanas antes de la Nochebuena, los talleres artesanales donde se reparan figuras religiosas tienen mucho trabajo. Los obreros que allí laboran están concentrados en quitar las imperfecciones de las esculturas de diversos tamaños y que les fueron confiadas por devotos católicos. Estos luego las emplearán para los rituales de las novenas y de los pases del Niño. En las mesas y en las perchas de madera permanecen figuras, especialmente del Niño Jesús, junto a tarros con pinturas acrílicas, pinceles y pegamentos. Hay también efigies de la Virgen María, San José, los reyes magos y otros personajes del pesebre. De ese modo, los artesanos preparan a estas imágenes, con un buen retoque, para que sus propietarios puedan comprarles atuendos nuevos. Esta costumbre de Navidad se mantiene por más de 50 años y permite el sustento de decenas de personas que, con el tiempo, dominaron este arte sin necesidad de ir a la universidad. Uno de esos talleres, el más antiguo, se denomina Artesanías Azuay. Es
En las calles Imbabura, Rocafuerte, Cuenca, Benalcázar, en el Centro Histórico, funcionan talleres donde se restauran, retocan y hasta se fabrican esculturas de todo tipo. Son talleres artesanales y pequeños que funcionan en locales estrechos y antiguos.