Rebeldes

La rebeldía nos lleva a rebasar los límites todo el tiempo. Jugamos a ver hasta qué punto puedo yo beneficiarme, sin ver las necesidades y, sin que me importe el otro.

En el tránsito, en la oficina, en la casa, no importa nada. Es un egoísmo y un querer ser el centro de atención en donde estemos. Creemos que somos mejores que el otro y que nuestras necesidades son primordiales. La rebeldía nos impide ver más allá y nos vamos contra principios y valores que han regido a la vida del hombre desde sus inicios, nos vamos en contra de la naturaleza.

Por esta rebeldía, hoy en día, se nos ha ocurrido que los niños no necesitan de una familia conformada por un padre y una madre, sino que hemos “evolucionado” hasta tal punto que ya no necesitamos ni de los unos ni de los otros ni siquiera para procrear; si alguien no piensa como nosotros, lo estereotipamos de curuchupa, de homofóbico.

Hago un llamado para reflexionar y pensar que el orden de la naturaleza tiene una razón de ser, un sentido y, al irnos en su contra, la estamos lesionando y provocamos rupturas en la sociedad que traen consecuencias negativas para las relaciones humanas.

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