Contraloría ha detectado desde la falta de estudios de mercado para los contratos hasta problemas en los inventarios de las bodegas de hospitales.
Columnista invitado Un pequeño laboratorio, en la ciudad alemana de Wurzburg, con pocos muebles, alambres, tubos de vidrio de distintas formas y tamaños, volvió a ser, la fría noche del 8 de noviembre de 1895, el lugar de frecuentes pruebas con electricidad y tubos llenos de aire o totalmente vacíos. Wilhem Conrad Röentgen se llamaba el investigador.
Tres médicos norteamericanos escribieron un libro, ilustrado con radiografías, sobre los 100 objetos más dispares hallados "donde no deberían estar", es decir el cuerpo humano, ingeridos por error o insertados voluntariamente en distintos orificios. La lista es tan rara como variada: lamparitas, gafas de lectura, instrumentos de trabajo, juguetes, vegetales varios y hasta teléfonos celulares e iPod. Bajo el título "Stuck Up!: 100 Objects Inserted and Ingested in Places They Shouldn't Be", el libro aparenta ser una lectura divertida, que algunos recomiendan como regalo navideño, pero en realidad los tres médicos toman el fenómeno más bien seriamente. Situaciones de este tipo afrontadas con retraso -advierten- pueden tener consecuencias graves para los pacientes, como infecciones de estómago, colon y recto. Gran parte de los pacientes con problemas de este tipo se presentan en los primeros auxilios, naturalmente, con grandes incomodidades y contando las excusas más fantasiosas. La más co