‘El pueblo’

Cada día una mayor cantidad de figuras públicas tiene la expresión ‘el pueblo’ en la punta de la lengua. Que ‘el pueblo’ esto, que ‘el pueblo’ aquello, que la decisión la tiene ‘el pueblo’, que voy a hacer tal cosa en nombre de ‘el pueblo’, etc.

¿Pero quién diablos es ‘el pueblo’? ¿Dónde habita? ¿A qué se dedica? ¿Son los pobres o los ricos? ¿Son los empresarios o los trabajadores? ¿Son los gordos o los flacos? ¿Son los que votan o los que no?

Convendría saberlo, pues se ha vuelto un lugar común que los personajes que supuestamente tienen la capacidad de interpretar los deseos y aspiraciones de ‘el pueblo’, apelen a él para justificar hasta los mayores disparates que dicen o hacen.

No se trata de una preocupación menor pues, en la democracia ecuatoriana del siglo XXI, ‘” ya no sólo elige a los gobernantes -práctica de la mayoría de democracias occidentales- sino que incluso impone sus decisiones colectivas por sobre algunas de las más preciadas libertades individuales de los ciudadanos.

Hoy ‘el pueblo’ decide con respecto a asuntos tan variados como si es justificado o no enriquecerse, si es aceptable o no el sacrificio público de animales o si algunas industrias pueden ser sujetos de libre inversión. ‘El pueblo’ también decide sobre el tiempo que los sospechosos de un crimen deben permanecer en prisión, sobre la programación que pueden transmitir los medios de comunicación y hasta sobre la conveniencia de jugar a la ruleta.

Resulta extraño, sin embargo, que dada la enorme sabiduría que los líderes políticos le asignan ‘al pueblo’, jamás le pidan su opinión sobre la conveniencia o no de pagar impuestos.

Esta situación es desafortunada, pues en todos estos ámbitos ‘el pueblo’ tiene exactamente las mismas probabilidades de tomar decisiones acertadas como equivocadas.

Esto ha sucedido a la hora de elegir gobernantes -‘el pueblo’ llevó a Abdalá Bucaram y Lucio Gutiérrez a la Presidencia de la República, para poco después enviarlos al exilio-, no se diga a la hora de decidir con respecto a asuntos más complejos. Basta mirar cómo ‘el pueblo’ aprobó hace poco una ‘Constitución para 300 años’ y en los próximos meses se alista a reformarla.

También porque ‘el pueblo’ es fácilmente manipulable. ¿No fue acaso ‘el pueblo’ alemán el que apoyó masivamente a Hitler y sus nazis cuando emprendieron una de las aventuras más sangrientas de la historia de la humanidad? ¿No fue acaso ‘el pueblo’ cubano el que apoyó la entronización de los Castro en la isla caribeña?

Lo anterior prueba que la democracia -Según W. Churchill “la peor forma de gobierno con excepción de todas las demás”- es solamente tan buena como sus líderes. Malos líderes pueden usar la democracia para imponer las peores atrocidades en aquellos que simplemente no cuentan con el apoyo de ‘el pueblo’.

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