LA PROTESTA INDÍGENA

La imagen no es nueva, acompaña al Ecuador de los últimos 20 años. Carreteras bloqueadas, piedras, palos, enfrentamientos físicos de indígenas y policías, problemas para quienes quieren circular libremente entre el campo y la ciudad, y los alimentos perecibles que se apilan en los camiones.

Esta vez se trata de una protesta con brotes esporádicos en las carreteras de la Sierra.

Mientras, en el escenario político de la Legislatura, cuyos alrededores fueron copados la semana pasada, todavía no es posible juntar los votos para aprobar una Ley de Aguas tan polémica como importante porque, como ha quedado dicho, de ella depende el abastecimiento del líquido vital para la subsistencia, para la siembra de alimentos y para producir bienes que se exportan y generan divisas.

La crispación que provoca la manera en que legisla la mayoría gobiernista en relación con las distintas fuerzas políticas de la Asamblea, choca con las visiones de diferentes sectores sociales y productivos que tienen que ver con un asunto de tanta importancia.

En días pasados se habló de un acuerdo del movimiento oficialista con sectores de Madera de Guerrero por la dotación de agua para Guayaquil.

Nadie desconoce que para el poder esta es una ley importante y su aprobación en días pasados se daba por hecho. Sin embargo, los desacuerdos entre la dirigencia indígena y Gobierno son cada vez más evidentes.

La táctica oficial ha consistido en cadenas televisivas y en provocar un desencuentro entre los dirigentes de este importante sector social y sus bases. ¿Dividir para reinar?

Lo cierto es que una actitud caudillista y clientelar no resuelve un desacuerdo fundamental que separa profundamente a nuestra sociedad y sus distintos intereses.

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