‘La productividad no es todo, pero en el largo plazo es casi todo”, es la frase del nobel Paul Krugman que el BID destaca en la carátula de su flamante informe, ‘La Era de la Productividad’.
América Latina sufre un gran rezago en productividad frente a Angloamérica y Europa, así como ante naciones asiáticas en franco desarrollo. Dentro de Latinoamérica, Ecuador está a la zaga.
Se define productividad como la eficiencia con que la economía transforma en bienes y servicios los factores acumulados de producción.
El BID resalta el insuficiente crédito productivo, y los altos costos del transporte. Referente a lo segundo, el BID proporciona una tabla de costos de transporte como proporción del valor de las exportaciones; somos más caros que Colombia y Perú, aunque no con mucho, pero más baratos que Chile, lo que se entiende por ubicación geográfica.
Otros factores son la insuficiente capacitación de la fuerza laboral, inversión educativa, e inversión en investigación.
El Presidente, como economista, con frecuencia nos recuerda que hay que invertir más en todos esos factores. Pero hay otras iniciativas centrales a este Gobierno que se contraponen con lo que el BID estima es el meollo del problema: los altos costos de la de ser parte de la economía formal.
Las pérdidas por informalidad, medidas en puntos anuales del PIB, son de entre 2,1 y 4,1 para el Ecuador, el tercer peor entre los doce países de la muestra (Nicaragua y Bolivia son últimos).
Colombia pierde entre 1,1 y 1,5, El Salvador entre 1,6 y 2,4, Costa Rica entre 0,6 y 0,8.
Contribuyen a la informalidad:
-La complejidad tributaria (que no es lo mismo que carga tributaria): solo en Brasil, Bolivia y Venezuela son los trámites tan engorrosos como en el Ecuador. “Las firmas y sectores que se expanden son los que gozan de mayores ventajas tributarias o pueden evadir sus obligaciones tributarias con mayor facilidad”.
Las reformas tributarias anuales exacerban el problema.
-Empresas minúsculas: a mayor tamaño, mayor la productividad. “Muchas de las firmas más pequeñas son demasiado grandes relativo a lo que debieran ser porque se benefician de subsidios implícitos como el no pago de impuestos y contribuciones de seguridad social”.
Los altos impuestos, contribuciones de seguridad social y salarios mínimos expulsan a muchas empresas a la informalidad. Si bien el Gobierno coincide en la bondad del mayor tamaño de las empresas, en lo que refiere al sector público (una empresa por sector: eléctrico, telecomunicaciones), el Plan del Buen Vivir critica que el sector privado esté muy concentrado. Frenar el crecimiento de nuestras más grandes empresas hará caer nuestra productividad, y las posibilidades de desarrollo.