Solo para presidentes

Nadie en su sano juicio, puede admitir que no es un golpe de Estado sacar en pijama a un Presidente de la República y depositarlo en el exterior como sucedió en la República de Honduras. Sin embargo, tampoco nadie puede negar que al interior de algunos países de América Latina se han hechos destrozos -paso a paso o con mucho desparpajo- de las constituciones.

En efecto, de la misma que existe la Carta Interamericana de los Derechos Humano que sanciona al cuartelazo, la asonada y en definitiva el golpe de Estado amparado en la fuerza militar, existen otras disposiciones que de manera categórica amparan a la democracia, no como una pirámide de un poder único en la cúspide, sino como un sistema que se desagrega articuladamente en funciones e instituciones que tienen la misma legitimidad que un Presidente de la República.

Estas reflexiones con motivo de lo sucedido en Honduras son pertinentes para el caso del Ecuador. El presidente Zelaya tuvo más pudor para convocar a un plebiscito- al margen del orden constitucional para cumplir con la receta chavecista: asamblea constituyente, reelección casi indefinida y control a de los órganos del Estado; todo esto, sostenido en una descomunal publicidad política y órganos electorales absolutamente dependientes. 

Lo sucedido en el Ecuador en plena vigencia de la Constitución y de la Carta Interamericana de Derechos fue muy grave y permitirá con malicia sospechar que los principios se aplican solo cuando se trata de primeros mandatarios. En nuestro país se convocó a una Asamblea Constituyente por decreto ejecutivo; diputados electos por el pueblo fueron destituidos por un organismo electoral violando todo principio democrático. Luego se posesionaron los suplentes que parecen han recibido algún estipendio por parte de un familiar cercano al Gobierno. 

Finalmente le tocó al Tribunal Constitucional, la Constituyente se declaró de plenos poderes para generar un Régimen de Transición, que es una ofensa al pueblo ecuatoriano, que sigue siendo el soberano. Esto no es una ficción de alguno de los novelistas del viejo ‘boom’ latinoamericano. Esto sucedió en Ecuador donde acontece que la realidad supera con frecuencia a la ficción.

Es malo despertar en su domicilio a un primer mandatario con bayonetas, pero también lo es simular un plebiscito bajo la careta de una encuesta; sin embargo, más grave es que en el Ecuador se convoque a una Constituyente por decreto ejecutivo y la OEA permanezca callada.  Es hora de que la política continental, a los principios de libertad, igualdad y solidaridad, se incorpore el de la coherencia ideológica y política.

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