Según crónicas de la época se cuenta que en una oportunidad, el general Juan Domingo Perón se expresó sobre la unidad nacional e hizo referencia a radicales, socialistas, demócratas cristianos, y otros grupos y partidos. Fue entonces que el intrigado interlocutor le preguntó“¿y… los peronistas?”, a lo que líder enfático respondió: “pero cómo, todos son peronistas…”. En otra dimensión, un día le preguntaron a Ernesto Sábato por los caracteres que identifican al argentino y principalmente al porteño, respondió con ironía el célebre maestro: “…el tango, el bife de chorizo, la sensación térmica y obviamente el peronismo…”.
Luego de las pasadas elecciones, hay que recordar que algunos analistas o futurólogos dieron pocas esperanzas a la viuda de Néstor Kirchner para superar la pena y al mismo tiempo la llamada ‘soledad del poder ‘; sin embargo, los hechos se dieron exactamente al revés, a pesar de los severos reparos éticos a la conducción gubernamental que se esgrimieron desde la oposición. Todo esto, luego de la aplastante derrota que arrebató al justicialismo las elecciones parlamentarias del 2009, en vida del cónyuge. Sin embargo, y contra todo pronóstico, la Presidenta argentina se alzó con las primarias del 2011 con un 51% que luego remontó en la primera vuelta de las presidenciales con un 54%. Para colmo, sus inmediatos seguidores, en ambas contiendas, lograron una segunda ubicación con un porcentaje que osciló entre un 17 y 19%. Además, ha logrado recuperar la mayoría en el Senado y con amplias posibilidades de consolidar el poder en la Cámara de Diputados con alianzas con sectores afines que no escasean. Como para pedir que las mujeres no sean candidatas, pues son seres superiores y la democracia es entre iguales.
Entre las múltiples explicaciones esgrimidas para comprender lo sucedido hay una que podrá tener gran fundamento. El pueblo argentino como pocos en el díscolo subcontinente latinoamericano ha sufrido de extensos y complejos períodos de inestabilidad política económica. En el primer caso han padecido de caudillismo mussoliano, militarismo, terrorismo, una feroz represión y hasta el ímpetu caótico de los piqueteros. En lo económico hiperinflación, cambios drásticos de conducción económica, corralito bancario y, en la actualidad, públicos maquillajes de las cifras oficiales sobre la inflación.
La Presidenta se ubica en la moldeable categoría conocida como neopopulismo y cuyas características, con ligeras variantes, son similares en Ecuador, Venezuela, Nicaragua o Bolivia: una sólida economía bendecida por los precios internacionales de las materias primas; prodigalidad social, importante inversión en infraestructura y una oposición política concentrada tenazmente en la nada, además una clara estrategia contra la prensa a fin de evitar que en sus páginas se aniden embriones irreverentes o los caricaturistas ensayen malas señas.