Si algo conspira contra la posibilidad que el país pueda definir derroteros que le permitan salir de su postración es la obsesión por pensar en lo inmediato, la coyuntura, en cómo acabar el año presupuestario, sin meditar en lo que pueda presentarse más allá de un determinado ejercicio fiscal.
Esa ha sido la historia del país, que se repite a pesar de los anuncios de cambio. Se insiste en buscar remiendos que no son soluciones de largo plazo. Más bien se hace todo lo contrario para provocar incertidumbre sobre lo que vendrá si se desmoronara una determinada coyuntura.
Ese es el caso del Presupuesto para el año venidero. Se lo ha calculado con un valor del crudo que supera en cerca de un tercio al previsto por otros vendedores de petróleo como México y Venezuela. Pese a ello existirá un déficit, que, según los entendidos, está cerca de USD 4 000 millones.
Probablemente el país haciendo maromas, con un poco de suerte y recortando principalmente los gastos de inversión, saldrá del paso. Pero ¿y en adelante? ¿Tenemos la bola de cristal para saber que en 2011 el precio del crudo se mantendrá en los niveles calculados para el año entrante?
¿Qué sucedería si ese precio descendiera a lo presupuestado por los países exportadores de crudo antes nombrados? Si las recaudaciones fiscales apenas alcanzan para atender el pago de sueldos y salarios de la máquina estatal, ¿de dónde se obtendrían los recursos para otros gastos como subsidios y demás programas sociales? La aventura es altamente riesgosa. Parecería que se apuesta a factores fuera del control de las autoridades. En el ámbito económico tendría consecuencias inimaginables si sucede lo acontecido con la crisis eléctrica, en la que se esperaba que llegaran las lluvias, pero estas no aparecieron y dieron lugar a los apagones.
Si los ingresos fiscales no fueren del monto que ahora se perciben, si estuvieren en el orden de los que se recibieron en los primeros seis años de esta década, dado el modelo económico escogido, aún la inversión estatal quedaría paralizada. No habría para más. En ese caso, ¿estaría la economía preparada para semejante frenazo? ¿Podemos imaginar las consecuencias? Si se demanda prudencia en el manejo económico, es porque nadie quiere que el país retorne a épocas que en algún momento parecieron superadas.
Ecuador, sus autoridades, los sectores involucrados, la sociedad tienen que plantearse estas disyuntivas. No es asunto de ideología ni lucha política, es sostenibilidad en el mediano y largo plazo. El país tiene que ponerse metas alcanzables, definir políticas que aseguren que este sea viable. No para las personas que mal o bien tienen comodidades, sino a favor de aquellos que poco o nada poseen. Si no se lo hace a tiempo, difícilmente cientos de miles de ecuatorianos tendrán la posibilidad real de salir de la pobreza.