La persecución a los médicos data de muchos años, pero en los últimos se ha intensificado delictivamente. En ningún país del mundo se los agravia y humilla como aquí; ello explica el desangre de la medicina ecuatoriana y la fuga de cerebros a tierras extrañas. Es que, el ser médico entraña una vocación especial, difícil de ser entendida por ignorantones que nunca conocieron un hospital, salvo cuando el destino los despachó dolientes y les obligó a pedir gimoteando el alivio de sus males. Empero, si curan fue porque Dios así lo quiso o el hermano Gregorio apareció por suerte, si no sanan o por desgracia mueren, son los sinvergüenzas indolentes que no tenían el material adecuado, confiaron parte de la intervención al primer ayudante o prescribieron medicinas ‘vencidas’. Ya caminando por las calles y utilizando bien los dedos, no los usan para el apretón sincero que simboliza el simple gracias, pero sí para apoltronarse tras de un escritorio y darle a la máquina que redactará una ley impúdica rebosante de ignorancia crasa. Directivos de la Federación Nacional denuncian que jamás fueron invitados y peor consultados para elaborar la ley que ya está en el Congreso. En ella se habla de supresión de la licencia para ejercer, prisión que llegaría hasta 11 años y otras perlas más, muy propias de ‘letrados’ que litigan diariamente con narcos o choros, aquellos que entran hoy y salen mañana sin recurrir a milagros, pero sí a la coima que quiere ser combatida entonando el estribillo de moda: “Yo, tú, ellos, nosotros. Los honestos somos más”. Muchos célebres maestros se han muerto sirviendo a los enfermos, no hace falta dar sus nombres, porque ellos están grabados en las memorias de indiferentes y malagradecidos. En las nuestras, para siempre. ¿Hay políticas de salud en el país?, ¿hay agua potable y alcantarillado que liquide el tasín de los moscos portadores del paludismo y el dengue?, ¿hay especialistas que quieran ganar miserias atendiendo a un paciente cada15 quince minutos durante ocho extenuantes horas?…No! Lo que sí vemos son montones de ambulancias e irrefrenables ganas de comprar lo que sea y construir donde quiera sin el conocimiento de los galenos. Ya lo decía satíricamente el maestro Enrique Garcés, médico y periodista: “Cuando hay una carretera con una curva peligrosa, donde se desbarrancan diariamente los vehículos, nuestras autoridades, en vez de corregir la curva o instalar vallas protectoras, construyen un hospital en el fondo del abismo para socorrer a los heridos”. Seguramente son estos genios los que han elaborado la ley contra los médicos.