Estoy confundida; no sé a qué Ministerio o dependencia pública debo acudir para pedir permiso para ir al baño. Si alguno de ustedes lo sabe, por favor páseme el dato. Es urgente.
Por suerte ya tenemos claro que si queremos tomarnos una cerveza o un vino con la comida un domingo familiar, los ministros Elhers y Jalkh son los encargados de autorizárnoslo. Y si no nos autorizan o las palancas –que todo lo pueden en este país– no sirven, podemos ir al estadio –aunque el fútbol no nos interese– y servirnos a placer; y luego hasta participar en las broncas que se arman en los graderíos. Es que los dominios que controla la ministra Vela son más chéveres, ¿no?
Por suerte yo ya tengo un cartón que acredita que pasé por la universidad, sino imagínense que me tocaba pedirle permiso a René Ramírez (de Senplades) para estudiar periodismo. Fijo no me lo daba; porque como hay tantas ‘bestias salvajes’ sueltas por ahí, el cupo ya debe estar cubierto.
Quizá el señor Ramírez me sugería que estudie física nuclear; no ven que los físicos nucleares escasean por estas tierras y la patria necesita hacer ciencia y no periódicos. Qué mejor oportunidad para mí, según ellos, que no saben que a duras penas puedo con las cuatro operaciones matemáticas básicas; ahí sí, yo estaría más perdida y más frustrada que el entrenador de la Selección francesa. Pero la Patria Altiva i Soberana tendría todo bajo control, que es lo que importa.
Supongo que para todas mis relaciones internacionales tendré que pedirle permiso al señor canciller Patiño. Y la verdad, aquí entre nos, yo no le confío mucho. Me ha de obligar a hacerles la ley del hielo a todos mis amigos de origen imperialista. Qué tal si se le ocurre que todos debemos usar boina calada al estilo del Che; ni modo, habrá también que pedirle permiso para quitarse la boina.
De camino al trabajo, mientras espero que el semáforo cambie al verde, para cantar o tararear alguna tonada que no pertenezca al repertorio de música protesta o en su defecto del talento nacional seguramente tendré que ser autorizada por la flamante ministra Silva. Eso sí me mata, porque a mí, entre muchísimas otras cosas, me gusta Amy Winehouse -disculpen mi pro imperialismo crónico-, que canta muy bien el blues.
Y al clan Alvarado hay que pedirle permiso para casi todo: qué ver, qué escuchar, qué leer. Qué pereza, ¿no? Porque uno no sabe a cuál de ellos acudir (además son igualitos): si al que maneja las agencias de publicidad o al que se encarga de controlar la ‘comunicación’ y bombardearnos con propaganda oficial durante los partidos del Mundial o al todopoderoso del Buró y de Carondelet. O es que todos serán el mismo; ya les dije, estoy confundida y la tramitología me aturde aún más.
En todo caso, que alguien me dé permiso para ir al baño, ¡me urge!