Lunes 18:30. Un patrullero de la Policía ingresó inesperadamente a la plaza de Santo Domingo. Le siguió otro policía en una motocicleta. Ellos interceptaron a dos ciudadanos, a quienes los usuarios de la parada del trolebús les acusaban de intentar robarles. Los gendarmes buscaron entre sus pertenencias, no encontraron nada que los involucre y les dejaron ir.
Las personas que transitaban por la plaza se detuvieron a observar el ‘cacheo’. Una señora que prefirió no identificarse dijo que “es cosa de todos los días”.
El cabo Carlos Pazaña, uno de los que participó en el control, informó que a diario en Santo Domingo y en las calles aledañas se registran entre cinco y seis robos a personas. En especial de carteras y de celulares. A esa hora, en los alrededores de la plaza estaban las trabajadoras sexuales, mendigos y alcohólicos. Sofía Mendoza caminaba a paso acelerado, salía de su trabajo. Acostumbra a tomar la calle Guayaquil, porque es la más transitada. “El resto de calles son más peligrosas”.
Según Pazaña, los asaltos a transeúntes y turistas ocurren más en las calles Rocafuerte, Flores y Montúfar, en especial en el arco.
En las noches, el mayor problema es la venta de drogas. A las 19:15, el guía Marcelo Chávez mostraba a un turista de Escocia la fachada de la iglesia de San Francisco. Ellos caminaron por las calles García Moreno y Sucre, según Chávez, en ninguna hubo presencia policial.
La Sucre estaba iluminada, pero unos jóvenes en actitud sospechosa permanecían en las esquinas. Ellos no ingresaron a la plaza porque estaba oscura, hay la iluminación solo en la fachada. Un carro los esperaba para llevarlos a La Ronda. “Ni loco voy caminado, porque nos roban”.
Llegar o salir del Teatro Sucre en la noche también implica riesgo.
La calle Vargas es una de las más peligrosas. En el tramo desde la Manabí hasta la Esmeraldas es oscura. Hay basura y está acumulada. Se percibe un mal olor, porque las paredes se han convertido en urinarios. Desde la esquina de la Esmeraldas es sitio de prostitutas y transexuales.
El taxista Carlos Abril dice que ha visto peleas, asaltos, robos y hasta apuñalamientos. “Es tierra de nadie, no hay control”.
Una realidad similar se constató en la misma calle, pero más al norte. Es uno de los accesos a la Basílica del Voto Nacional. Allí hay borrachos en las esquinas. Por las noches van turistas a fotografiar la iglesia.
Para llegar al Centro de Arte Contemporáneo (ex Hospital Militar) hay que subir la desolada calle Luis Dávila. El lunes, a las 20:30, dos jóvenes estacionaron su carro y pusieron música a todo volumen. No había policías.
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