El aroma del bosque de neblina, con una mezcla de flores y frutos andinos, recibe a quienes ingresan al refugio silvestre Pasochoa, a una hora de Quito.
Una vez en Amaguaña, en el cantón Mejía, no hay adónde perderse porque un letrero grande indica el camino empedrado por el que se debe subir. Lo ideal es llegar en autos grandes, tipo jeep o camionetas, porque el trayecto tiene piedras sueltas, huecos y lodo que se forma tras las lluvias.
Esta zona protegida, hasta donde se puede acudir con una carpa y una bolsa de dormir para acampar sin ningún costo, es ideal para caminar y dejarse envolver por el susurro del viento o el trinar de las aves.
Precisamente a este santuario natural acuden quienes se regocijan con la afición de observar el vuelo y el descanso de quindes, mirlos, tórtolas, pavas de monte… Pero mirar aves, con binoculares en mano, no es tan sencillo. Se debe tener un estado físico óptimo porque a las aves (132 especies en el refugio), hay que ir a buscarlas.
La semana pasada, una pareja de turistas escoceses recorrió por cuatro horas los senderos estrechos y húmedos del Pasochoa. En ese tiempo lograron divisar unas 30 especies, con las que se quedaron fascinados.
Estaban emocionados con cada avistamiento, que hubieran seguido un par de horas más en su empeño, pero la lluvia que cayó antes del mediodía los hizo desistir. Ellos fueron acompañados del guía ecuatoriano Iván Tarapuez.
En el refugio de vida silvestre hay seis senderos para caminar. Tres son autoguiados, es decir cualquiera puede seguir los letreros y recorrer el bosque de neblina. Para los otros caminos, señalizados, se recomienda acudir con un guía. Así se lo hacen saber los guardaparques que reciben a los turistas.
El trayecto más corto dura media hora. Y los senderos más largos llegan hasta el páramo y la cumbre del volcán, a 4 200 metros de altura. Para transitarlos hay que estar equipado y en buenas condiciones físicas.
A ese lugar intentaron llegar Fredy Robalino y Francisco Aguirre, el sábado pasado. Ambos aficionados al montañismo, con otros amigos, formaron un grupo y decidieron subir a 48 elevaciones que sobrepasan los 3 500 metros de altura, en el país. Ya llegaron a otras siete cumbres, como el Quilotoa, Rucu Pichincha, Iliniza Norte, Corazón…, pero el Pasochoa se les cerró.
Ya en el tramo final cayó un aguacero y volvieron. Empapados, un tanto tristes por no llegar a la cumbre, bajaron hasta el sitio de ingreso y se cambiaron de ropa. Eso sí, volverán a intentar la cima en el verano.
El Pasochoa es un lugar apropiado para empezar en el montañismo. Así lo considera Patricio Tisalema, andinista experimentado del país.
Para Manolo Guerra se trata de una montaña para aclimatarse. Él es parte de Ruta Cero, una operadora de turismo que organiza cursos para que los aficionados lleguen a las cumbres más emblemáticas del país. El Pasochoa, precisamente, está en ese itinerario.
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