El pulso de La Carolina, así late el corazón de Quito

Varias personas descansan en uno de los sitios con los qu cuenta La Carolina. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

No es el parque más grande de Quito. Tampoco el más visitado ni el más antiguo. Pero al estar enraizado en el hipercentro de la urbe y en la médula financiera-comercial, es considerado un referente de zona verde que seduce a visitantes del norte, centro y sur.

Lo reconocen urbanistas, usuarios y autoridades: el parque La Carolina -incluso por su ubicación geográfica- es el corazón de Quito.

Poner un pie en su interior es como entrar en un rompecabezas donde cada área es una pieza a la que los usuarios dan vida. Están los que juegan fútbol y tenis, los que trotan o corren, los que montan bici, reman, bailan, venden…
y los que están ahí sin hacer nada.

La Carolina se despierta temprano. Hay quienes asisten antes de las 04:30. En un día soleado pueden llegar hasta 50 000 personas.

Es domingo 10 de abril y el extremo sur es el menos ocupado. Hay zonas verdes con árboles, donde las familias se sientan y comen algo. Algunas personas prefieren buscar la sombra de un árbol y leer. Uno que otro deportista en bicicleta da la vuelta al parque. No hay gritos ni risas infantiles.

Pero basta caminar unos pasos al norte para encontrar la primera de las dos grandes zonas con juegos donde los pequeños saltan, corren y trepan. Este es el segundo de los más de 1 669 parques de Quito que recibe a más niños: 200 000 al año. Solo le gana El Ejido. Junto a esta área está el parque canino, que recibe unas 150 000 mascotas al año, incluso de zonas alejadas como Chillogallo y Calderón.

El ritmo del parque es distinto el fin de semana: acuden familias enteras. De lunes a viernes lo usan más para entrenarse. Los más jóvenes se abren espacio en la franja suroriental, ahí están las pistas de skate. Decenas de chicos saltan, hacen piruetas, caen y se levantan con envidiable energía.

La Cruz del Papa sigue siendo un lugar de encuentro. Antes de la pandemia, allí se organizaban conciertos y presentaciones de grupos de teatro y baile. Luego se volvió un espacio para los emprendedores: venden productos orgánicos y hacen ferias. Es y será, el punto de arranque de carreras.

También hay espacios para los amantes de orquídeas, de serpientes y dinosaurios. En la parte central están Mundo Juvenil, el Vivarium y el Jardín Botánico.

Las sombras

Desde el aire, La Carolina se ve como una alfombra verde de 61,3 hectáreas, rodeada por 5 centros comerciales, bancos, restaurantes y los edificios más altos de Quito.

Darle mantenimiento no es fácil. Lorena Izurieta, directora de Parques Metropolitanos, cuenta que el Municipio destina cerca de USD 36 400 cada mes para atender el espacio público, los juegos, las canchas y las 43 hectáreas de césped.

Dicen los usuarios que los principales problemas tienen que ver con las ventas. Hay 256 comerciantes autorizados y unos 190 adicionales acuden de manera informal.

Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Los robos y asaltos se dan sobre todo en las noches y madrugadas, y en las zonas menos concurridas. La UPC del lugar cuenta con tres policías fijos. Con los motorizados y a caballo suman entre 12 y 15 agentes que deben resguardar no solo el parque, sino el cuadrante hasta la 6 de Diciembre, las zonas de los centros comerciales, bancos y la República de El Salvador.

Según las estadísticas del ECU-911, en el subcircuito Iñaquito 3 (del que forma parte el parque) se han registrado 1 775 emergencias desde el 1 de enero hasta el 18 de abril; es decir, unas 16 al día.

No hay una cifra de asaltos solo en la zona de recreación, pero según la UPC, los viernes y sábados pueden llegar a recibir hasta cuatro denuncias de robos, en especial de teléfonos. Entre semana hay días en los que no hay novedades. El parque cuenta con 11 guardias y el apoyo de 10 guardaparques, pero la extensión del lugar hace que esa tarea sea compleja.

De laguna a zona deportiva

Lo que hoy es el parque fue hace 2 000 años una gran laguna que se extendía hasta Cotocollao. Patricio Guerra, cronista de la ciudad, desempolva los recuerdos que se han tejido alrededor de este espacio y cuenta que el nombre lo heredó de una hacienda. El Cabildo puntualiza que el espacio formaba parte de la Hacienda La Carolina, y que María Augusta Urrutia donó una parte al Municipio.

Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

El Cronista detalla que pasaron más de 30 años desde que nació la idea de que La Carolina se volviera un parque, hasta que se consolidó. En 1942, el arquitecto uruguayo Jones Odriozola, en un intento de modernización de la ciudad, creó un plan en el que los parques fueron vistos como elementos importantes en una urbe y se planificó que en La Carolina podía funcionar un centro deportivo, y en 1975 se consolidó oficialmente como parque. Desde entonces, el lugar ha ido echando raíces y mutando.

Hernán Orbea, profesor de la Universidad Católica, recuerda que a partir de 1984, los estratos medios y populares comenzaron a ocupar ese espacio. Luego llegaron los cines, los comercios… Y hoy es lo que Orbea llama el punto de inflexión de la capital, una ‘rótula’ que articula a la ciudad, se adapta al crecimiento y necesidades de una metrópoli como Quito.

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