Al menos el 85% del agua que llega a Quito se origina en los páramos que rodean a la ciudad. Estos ecosistemas tienen una importancia vital en la regulación hídrica. Sus suelos y vegetación almacenan el líquido vital y luego, lentamente, lo liberan hacia los pequeños arroyos, riachuelos, ríos y lagunas.
El recurso viaja desde los páramos del Pichincha-Atacazo, cerro Puntas, Antisana y Cotopaxi y Papallacta-Oyacachi. Sus caudales suman aproximadamente 8 000 litros por segundo para abastecer a los habitantes de la capital.
De ese caudal, el 25% proviene de la cordillera Occidental (Pichincha y Atacazo) y el 75%, de la Oriental (Papallacta, Antisana, Cotopaxi y Puntas).
Hay amenazas latentes para esos espacios, como la ampliación de la frontera agrícola, el crecimiento urbano, el efecto del turismo, incendios, prácticas ganaderas, entre otras. Las consecuencias son que la función de regular y almacenar el agua se pierde.
Bert De Bièvre, secretario técnico del Fondo para la Protección del Agua (Fonag), detalla que, por ejemplo, el primer punto aumentó en la pandemia. Hay un sector de especial preocupación, la cuenca del río Pita, uno de los más importantes para la ciudad, pues aporta con un 25% del líquido vital.
Lo mismo pasa con el cerro Puntas, de gran relevancia para el abastecimiento de las parroquias orientales. El crecimiento se ha dado, sobre todo, en los alrededores del aeropuerto, como en Checa y Yaruquí.
Protección de tierras
En el Fonag están empeñados en el cuidado de los ecosistemas: conservar aquellos páramos que mantienen sus condiciones y recuperar los afectados. Hasta la actualidad, el organismo ha preservado aproximadamente 44 000 ha, ya sea por manejo de predios propios y de la empresa municipal de agua (Epmaps). Se suman acuerdos con actores privados o comunitarios. Con esos pasos han restaurado 17 183 ha.
Unas 70 000 personas han participado en procesos de educación no formal y sensibilización ambiental. En la línea de la corresponsabilidad hay una meta: que cada capitalino consuma menos agua. Actualmente, son 180 litros al día. Se ha logrado disminuir la cifra, pero aún falta.
Hace tres años, eran unos 200 litros diarios. El ideal a escala mundial, según la ONU, es de 100 litros. Sin embargo, dice el técnico, que lograr los 150 sería un gran avance.
Infraestructura
La Epmaps tiene cinco grandes sistemas para la provisión de agua. El Mica-Quito Sur capta el líquido del Antisana y lo conduce a través de 54 kilómetros de tuberías hasta la planta de El Troje, y de ahí a las de Conocoto, Puengasí y El Placer, como apoyo a la estructura del Pita. Son 1 650 litros por segundo.
El sistema denominado de conducciones occidentales recoge las aguas del Atacazo, Lloa y Pichincha para abastecer a las plantas El Placer, Toctiuco, Chilibulo, entre otras. Está constituido por unos 90 km de canal abierto, que generan 700 litros por segundo.
El de Papallacta va de la mano con la reserva Antisana, por medio de tres embalses, tres estaciones de bombeo, una central hidroeléctrica y 85 kilómetros de tubería, con una capacidad de 3 000 litros por segundo. Van a las plantas de Bellavista, Calluma, Chaupi Molino, Tababela, El Quinche, Checa, Yaruqui y Guayllabamba.
Para la zona oriental es primordial el río Pita, que abastece a las estaciones Puengasí, Conocoto y El Placer, con 40,8 km de canal abierto y 3 000 litros por segundo.
El sistema Chalpi Grande-Papallacta cuenta con el recurso hídrico de cuatro afluentes del río Chalpi, para aportar a la planta Paluguillo unos 1 600 litros por segundo. Abastece a las parroquias nororientales como Cumbayá, Tumbaco, Puembo, Pifo, Tababela, Checa, Yaruquí, El Quinche y Guayllabamba.
Apoyo comunitario
Para mantener buenos caudales, las instituciones se apoyan de las comunidades. Una de ellas es San Francisco de Cruz Loma, en suroccidente de Quito, que cuenta con acciones sustentables permanentes. En el sitio se cambió la actividad agropecuaria por el turismo comunitario, que genera 27 puestos de trabajo para mujeres de la localidad.
La comunidad de San Rafael (nororiente) también tiene el compromiso de evitar la deforestación y las actividades agropecuarias, restaurar el suelo para evitar la desertificación, cultivar sin químicos, etc.
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