No es quiteño de verdad quien no haya tomado muchas veces la línea Colón–Camal. Y no es indigenista del siglo XXI quien no pretenda trasladar a don Cristóbal Colón directamente al camal de la historia.
Corrían los años 90. Una noche llegué, fatigado, al hotel de Tena. En el salón principal festejaban ruidosamente el cierre de algún congreso de trabajadores eléctricos.
Un país aterrado por lo que sucede en la Penitenciaría del Litoral, donde matan y mueren presos provenientes, en su gran mayoría, de los estratos más pobres y marginales.
¡Ah, el Vaticano y el aborto! Francisco se da el lujo de abolir el mismísimo Infierno y de aceptar a medias a los gays, pero cuando se trata del aborto asume posiciones fundamentalistas.
Aunque la dolarización resultó ser una medida providencial, la desaparición del sucre como moneda nacional significó un golpe más a nuestra frágil identidad, que se viera afectada poco antes por la firma de la paz con el Perú.
Me hallaba en Nueva York cuando sucedió el rescate fallido de los rehenes de la embajada de EE. UU. en Teherán. Recuerdo que se armó un escándalo y, aunque fue una chambonada de los militares, como era año electoral el costo político lo pagó el presidente Carter, que terminó perdiendo la reelección ante el republicano Reagan.
Una parte de la buena imagen de Guillermo Lasso se debe a la adecuada comunicación de su enfermedad de la columna y de las razones por lasque fue a operarse en Miami.
Además de gran orador y buen escritor, Barack Obama es un gran lector. Corrijo: es un gran orador porque es un gran lector –como lo fue en sus días Velasco Ibarra– y aprovecha su influencia para recomendar cada año sus favoritos.
Acabo de escuchar que la clase media (CM) de América del Sur se está reduciendo otra vez; es decir, que millones de personas están volviendo rápidamente a la pobreza.
En una radioweb de Washington que suelo escuchar, un programa destinado a responder esta pregunta llama mi atención.
¿No se leyó también unita de amor en la cuarentena?”, me vacila una amiga digital. Espinosa pregunta pues, al igual que la política, el amor lo contamina todo.
El cuco de Correa, que metía mas miedo que el Guasón, logró el milagro de unificar a las principales fuerzas de la derecha. Ahora, en cambio, el cuco de una derecha arrolladora que despierta el temible recuerdo del Frente de Reconstrucción Nacional de León Febres Cordero debería provocar la unidad de lo que en aquella época se llamaba el centro izquierda y ahora solo un centro “equidistante de los radicalismos de derecha e izquierda y de la delincuencia correísta”, en palabras de César Montúfar, quien convoca desde allí a otros centristas desorientados.
En los tiempos de gloria de EE.UU. se decía que sus elecciones presidenciales eran tan importantes para el mundo que todos debíamos poder votar en ellas e influir en el resultado. Habría sido bueno: aunque para la izquierda criolla el imperialismo yanky era siempre uno y el mismo, había una gran diferencia entre el demócrata Jimmy Carter, que firmó la devolución del canal a Panamá y miró con buenos ojos el derrocamiento de Somoza, y el republicano Ronald Reagan, quien auspició la guerra de baja intensidad contra el sandinismo (cuando todavía era revolucionario), ocupó Grenada y respaldó la invasión inglesa de las Malvinas.
Cuando hay tantas cosas en peligro de extinción a causa del maldito virus, ¿tiene sentido preguntarse por el destino del libro impreso? Pues sí: Vargas Llosa ya decía que si un día se escribe solo para la pantalla habrá una banalización de la literatura que le hará perder esa fuerza crítica que protege a las sociedades de la manipulación. Para el Nobel peruano, hasta el soporte de papel es parte del contenido y yo, que me he pasado la vida escribiendo y editando libros, no puedo estar más de acuerdo.
Ruanda, 1994. El alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos acaba de dejar el hotel Mille Collines, donde se alojan 700 personas que huyen del genocidio que se vive en ese país. Minutos más tarde la tanqueta en la que se transporta, con dos de sus colaboradores y un funcionario local de la ONU, es detenida por un grupo de militares hutus, causantes de la muerte de un millón de tutsis.
Las ternas para el premio Espejo que otorga graciosamente el Presidente de esta República en quiebra han agitado un avispero más puntiagudo que el de la terna para vicepresidente, ese otro galardón honorífico que terminó ganando una señora muy religiosa que estaba de relleno. La diferencia es que los Espejo gozan (supuestamente) de gloria eterna mientras los ocupantes del antiguo edificio de los Correos son escogidos por motivos oscuros y duran menos que un perro en misa. Si a Glas lo impuso Correa, en la elección de esta Vice primó el sentimiento de venganza… ¡de los mismos correístas!
Tanto en política como en la vida personal nos pasamos echando los dados al pasado; más aún con este encierro que alienta el vuelo de la imaginación: ¿Qué hubiera pasado si en lugar de casarme me largaba a viajar, o me hacía artista? ¿Qué me esperaba en la dirección que no tomé?, como escribe Kerouac. ¿Y cuánto habría mejorado el Ecuador si en lugar del populista Velasco Ibarra hubiéramos elegido en 1960 a ese demócrata modernizador que fue Galo Plaza, gran impulsor del auge bananero en su gobierno?
El asunto es de terror: guiados por un Trump desquiciado, los gringos se están suicidando. Literalmente. E históricamente. Con irresponsabilidad y desdén, los jóvenes organizan fiestas en las que ganará el premio quien primero se contagie; así murió un muchacho en Texas que tampoco creía en el peligro del virus.
Al contrario de algunos periodistas e internautas que se derriten en elogios (tal como se derritieron al principio con Correa), pienso que el señor Sonnenholzner, con sus modales cuidados y su aire melancólico, ha dado un refinado ejemplo de oportunismo político.
En el mundo de los espías no hay buenos ni malos; todos son impostores que juegan más allá de la moral y la ley. Profesionales del engaño, los héroes de un lado son villanos para el otro, y viceversa, enfoque que se aplica con más rigor en un conflicto tan largo y enconado como el que enfrenta a Cuba con Estados Unidos y el exilio cubano.