¿De qué profundidad puede ser el abismo que se abre de pronto, frente a nosotros, cuando hemos llegado más allá de lo que nos estaba permitido o de los límites que nos exigen la prudencia y el instinto de conservación? Si sucumbimos ante ese foso oscuro e insondable del que desconocemos todo: su extensión, sus peligros, sus formas, ¿seremos capaces de regresar?
Hace algunos años, Ruperto Long, el reconocido escritor uruguayo, debió hacerse preguntas como éstas cuando sin haberlo previsto, en medio de una investigación histórica para una novela, se enfrentó con el abismo de la perversión humana que controla la trata de mujeres alrededor del mundo. En ese momento Long se encontraba literalmente en el borde del planeta, cerca del Puerto San Julián en la Patagonia, siguiendo los pasos de la expedición de Magallanes en 1520.
La historia que quería contar -y que también es parte de esta obra- era la de un antepasado acusado de traición y abandonado por Magallanes en ese punto tan distante, pero lo que encontró fue una serie de misteriosos mensajes escritos en las paredes de ese pueblo en el que habían desaparecido varias jóvenes. Cuando Long preguntó en el lugar por esos mensajes recibió respuestas evasivas, largos silencios y percibió el miedo que se sentía en el ambiente. Entonces decidió investigar y escribir sobre lo que estaba sucediendo.
‘La mujer que volvió del abismo’ (Aguilar, 2018), aborda el escabroso y alarmante tema de la desaparición de niñas y mujeres que son traficadas en redes de prostitución alrededor del mundo. Sus personajes, en varios casos reales aunque se encuentren encubiertos en nombres ficticios, cayeron inevitablemente en ese círculo sórdido y cruel de esta forma de esclavitud contemporánea, un mal que sobre todo en América Latina crece a ritmos alarmantes.
A pesar de la crudeza de la trama central de la novela, entrelazada con la historia acaecida cinco siglos atrás, el autor consigue transmitir el amor, la luminosidad, el coraje y la perseverancia de esas personas que están llamadas a cambiar aunque sea una minúscula parte del mundo, la que les corresponde a ellas y a los suyos.
Esta obra, que a momentos de forma imperceptible se convierte en una crónica investigativa y luego muta súbitamente en novela negra e histórica, ha merecido elogios en muchos lugares, pero ninguno como el que recibió el autor hace poco tiempo en una sentida carta remitida por uno de los personajes reales en los que se inspiró su novela. Allí le decía: “Pudiste transmitir perfectamente la pasión que se pone en estas actividades. Las dudas, el fracaso en algún caso, el no saber a veces en quién confiar y la emoción de saber que algo bueno se ha hecho cuando se logra un resultado positivo, aún cuando solo sea una pequeña gota en todo un océano. Yo siempre me he planteado que el día que deje de sentir eso, debo dedicarme a otra cosa. Y tu jueza y tu fiscal lo sienten y lo transmiten…”