El presidente Obama ha invitado formalmente a Israel y Palestina para que reinicien conversaciones directas en búsqueda de una solución definitiva para su secular disputa. Por razones históricas, culturales, religiosas, económicas y políticas, este es uno de los problemas más complejos y graves que ha venido afrontando la comunidad internacional, especialmente desde que la ONU, en 1948, creó el Estado de Israel.
El uso de la violencia, por árabes y judíos, ha caracterizado a esta controversia. Así ocurrió tanto para dar origen al Estado de Israel como para el reconocimiento de Palestina. El clima de rencor y desconfianza se exacerbó con las tres guerras libradas desde 1948. Cada derrota alimentaba el deseo de venganza y cada victoria volvía más rígida la posición del vencedor. En 1967, después de la Guerra de los Seis Días, Israel capturó Gaza, el Sinaí, Jerusalem Oriental, la ribera occidental del Jordán y las altura del Golán y emprendió una campaña de fundación de asentamientos judíos, sobre todo en Jerusalem y Cisjordania.
Las numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad, especialmente la relativa a la devolución de las tierras palestinas ocupadas, han sido sistemáticamente desoídas por el Gobierno israelita.
Las iniciativas de paz no han faltado. En ellas han participado los más influyentes países, convencidos de que el polvorín del Oriente Medio es, además de inestable, potencialmente capaz de encender una conflagración mundial. En Camp David, en 1978, se concertó la paz entre Egipto e Israel, lo que fue rechazado por una parte del mundo árabe. En 1993, Arafat y Rabin suscribieron un histórico acuerdo aceptando la existencia del Estado de Israel y de la Autoridad Nacional Palestina en Gaza y Cisjordania. En 2003 se acordó una hoja de ruta que buscaba el fin de la violencia, el retiro de las tropas israelitas de los territorios ocupados, la congelación de los asentamientos judíos y el arreglo definitivo del problema.
Cuando Gaza fue desocupada en 2006, las fuerzas de Hamas y de Hezbolla la usaron como base para reanudar sus bombardeos contra poblaciones de Israel. Hace poco, Israel impidió cruentamente que llegara a Gaza una flota de barcos con ayuda humanitaria, lo que suscitó la condena mundial. En una reacción, que se mantiene por más de dos meses, el gobierno de Correa llamó a su Embajador en Tel Aviv, sumándose a países como Venezuela, Bolivia y Nicaragua, los duros de la Alba.
En ese ambiente de pasiones extremas y fundamentalismos, hay que analizar el significado actual y potencial del programa nuclear de Irán y su anunciada determinación de buscar la desaparición de Israel. Factores son estos que, sumados a la importancia económica, política y estratégica del petróleo, justifican la iniciativa de Obama a la que hay que apoyar y desear éxito.