Minería

La ciencia y la   tecnología modernas en materia de explotación minera han avanzado tanto, que el daño al entorno natural se ha reducido al mínimo.
El daño ecológico siempre existirá por más precaución que se tenga; pero oponerse a toda minería en sí es una locura, una estulticia sin nombre. Esta riqueza nos viene de lo alto y alimentará multitudes ante la ausencia de quien abastecía con un pez y dos panes; no es verdad que “se empeora su situación social, moral y económica”, como afirma la Iglesia. Preferible hacer algo que no hacer nada; solo quien no hace nada,  nunca se equivoca. Solo hay que imaginarse un mundo sin hierro, petróleo, cobre o litio: mañana se acabaría la civilización.  Oponerse a la minería en sí es una aberración política insensata; solo política.  La paradoja es ser mendigos sobre sacos de oro
 como nos vio Humboldt. Es el mismo desvarío del ITT:  morirnos de hambre para que otros respiren oxígeno. Sí es posible la minería sustentable y eficaz para derrotar la pobreza.
 

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