Es un secreto a voces que en las minas de Ponce Enríquez abundan los obreros peruanos. Ellos son la colonia más importante, seguida de los lojanos. La cifra de los 10 cuerpos rescatados en el deslave también lo confirman: cuatro eran peruanos.
Daivy M. tiene 21 años de edad y tres viviendo en Bella Rica, un poblado netamente minero asentado en el flanco occidental de la cordillera Mollepongo. Un puñado de viviendas pequeñas cuelgan peligrosamente en las peñas que sobresalen en el entorno.
Alrededor de estas hay letreros de sociedades mineras, campamentos y montañas de residuos de material extraído de los surcos profundos de las minas. Según datos del Municipio de Ponce Enríquez, el 100% de su población (4 000 personas) vive de esta actividad.
La fe y el espíritu aventurero motivó a Daivy a abandonar su natal Chiclayo, Perú, para venir en busca del metal dorado. Viajó acompañado de otros 12 compatriotas, invitados a trabajar por un empresario minero. “Cuando es buen tiempo y creen que han encontrado la veta de oro y les falta personal, los empresarios viajan a Perú a reclutarnos. Eso es normal”.
Pero este fenómeno es un secreto guardado por los empresarios y del que no hablan. Leoncio Montenegro tiene dos concesiones dentro de la Cooperativa Bella Rica, que agrupa a 60 sociedades dentro de un área de 840 hectáreas. Con una expresión cortante dice “aquí no hay peruanos. Yo no los tengo en mis concesiones”.
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Para Daivy, el hecho de conseguir un trabajo y tener un sueldo lo embarcó en esta aventura y por eso prefiere no dar el nombre de la mina en la que trabaja. En la actualidad gana USD 450 mensuales y gasta USD 80, entre arriendo de un cuarto y necesidades personales. La comida y atención médica la tienen en la mina donde labora.
El joven dice que en Bella Rica se siente como en su país. “Acá tengo como unos 50 primos, tíos, sobrinos, hermanos… Dice que el 60% de obreros de la mina en la que trabaja son peruanos y el resto ecuatorianos. “Los empresarios nos prefieren porque trabajamos más y por menos dinero”.
Él sabe de sueldos porque lo comentan entre amigos: “Un palero peruano gana USD 350 y un ecuatoriano 500; un barrenado (extrae los cuarzos con máquinas) USD 450 y 800 un ecuatoriano”. Para Daivy, la diferencia es importante pero admite que no pueden reclamar porque no está legalmente con visa de trabajo. Es turista.
Anteayer, muy cerca de Daivy, en un mirador de la mina Pueblo Nuevo, aguardaban Edwin Rondoy y Olmedo Llocllo. Ellos estaban seguros que el hermano de Llocllo se encontraba enterrado entre los escombros.
Según Llocllo, Hilder, su hermano, llevaba cuatro años trabajando en Bella Rica. El joven miraba cómo las retroexcavadoras hurgaban en la tierra. “Él está allí, solo quiero que lo encuentren para llevarlo a mi país”.
Minutos después, José López, de 23 años, se abrió paso entre sus compatriotas. “La vida en la mina es dura, por decir lo menos”, exclamó. “Hoy entramos a la mina y no se tiene la certeza de que se saldrá vivo”. Ese sentir no lo cuentan a sus familias para no preocuparlos.
López trabaja desde hace seis años en Ponce Enríquez y cree que se conoce el 90% de las minas de Bella Rica. Ha visto morir a unos 15 compañeros peruanos.
Dentro de las minas, en los surcos que parecen venas, soportan altas temperaturas, accidentes menores por caídas de rocas, exposición a tóxicos… “En algunos casos no nos entregan ni prendas de seguridad”, evocó.
El año anterior, por ejemplo, murieron cinco mineros y más de 15 fueron afectados por la inhalación de gases tóxicos al interior de la mina Sominur, en Bella Rica. Tres de ellos eran lojanos. En total, solo por accidentes en las minas, el Cuerpo de Bomberos de Ponce Enríquez lleva un registro de 12 personas fallecidas en el 2013.
Jorge Arévalo, promotor social de la Cooperativa Bella Rica, asegura que los peruanos no son mayoría, sino los lojanos. Según él, de los aproximadamente 3 000 obreros unos 1 000 son lojanos. Sobre los peruanos no da cifras, dice que no las tienen. Pero los obreros peruanos calculan que en Ponce Enríquez son más de 1 000.
Peruanos y lojanos coinciden en que no reciben malos tratos ni sobrecarga de trabajo. Pero sí que viven una suerte de explotación económica porque no reciben el mismo sueldo que un lugareño.
Todo el cantón Ponce Enríquez es reconocido por la actividad minera. Hay 45 concesiones legalmente establecidas, la mayoría realiza su trabajo de forma artesanal. Pero se conoce que también hay concesiones ilegales, que trabajan sin permisos, planes ambientales ni de seguridad.
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