El enfoque euro centrista, a propósito de la pandemia que experimentamos, nos ha puesto a hablar de las grandes epidemias que ha vivido la humanidad, particularmente de las europeas. Sin embargo, poco se ha recordado que una de las mayores hecatombes poblacionales de la humanidad, se dio en América. Resultado de la conquista española, millones de personas originarias de estas tierras murieron a causa de los virus y bacterias que vinieron con los conquistadores.
Ante la imperiosa apertura de clases en las zonas rurales de la Costa y la próxima en la Sierra, los interrogantes se agigantan ante un virus letal que seguirá presente. La enorme carencia de conectividad en amplias zonas del país hace en ellas inviable la modalidad ‘on line’ de educación. E incluso, de manera hipotética, aunque se contara con una cobertura del 100% de internet en todo el territorio nacional, quedan pendientes problemas estructurales, como el que una mayoría de hogares rurales no cuenta con computadoras, teléfonos inteligentes y televisores, y que en muchas de estas familias, los padres y madres son analfabetos, con lo que el acompañamiento educativo a sus hijos es nulo en un esquema de educación abierto: ‘On line’, radiofónico o de TV.
Es la pregunta central del momento para aquellos que pueden y tienen el tiempo de hacerlo. Pero, para los demás, para millones, no pueden hacerla, no porque no quieran, sino porque su dramática cotidianidad les impide. Su principal preocupación es cómo comer mañana, qué hacer para que los hijos vayan a la escuela, cómo no enfermarse... No hay tiempo para pensar, peor cuestionar, menos aún, proponer. La fuerza de la realidad, como nunca, les deja fuera de cualquier tipo de decisión, ya que incluso el instrumento de la protesta, la calle, por algunos meses, estará pasmada, hasta que el efecto del miedo al coronavirus y el trauma del golpe de las medidas económicas y sociales, haya bajado su impacto.
La pandemia mostró la abrumadora influencia de la digitalización. Con el confinamiento a nadie se le pasa la idea de vivir fuera del mundo digital. El futuro sería el imperio de los dueños de los millones de antenas 5G sembradas en el planeta.
Escenario 1: El covid 19 estará con la humanidad por largo rato. La única manera de frenarlo es la vacuna. Muchos laboratorios trabajan en ella. En el mejor de los casos saldrá para el 2021. Mientras tanto la mejor “vacuna” es lavarse las manos, mantener la distancia y llevar mascarilla.
Xavier está devastado. Le preocupa inmensamente si podrá continuar sus estudios. Sus padres, como muchos miles, tienen serios problemas de ingresos, y seguramente no podrán financiar su educación.
Nos quejamos por todo y de todos. No sabemos qué es la crítica constructiva, peor la autocrítica. Echamos la culpa a los demás. Envidiamos el triunfo del otro. Siempre tenemos la razón. No pedimos ayuda. Difícilmente nos unimos. Sí, así somos, no todos, pero si buena parte de los intelectuales, profesionales y artistas, de los empresarios y de los políticos.
Queridos colegas, cuánta muerte e incertidumbre, cuánto derrumbe de sueños y empleos. Cuántas noticias falsas. Cuánta improvisación, oportunismos e irresponsabilidad. Es una pesadilla. Sin embargo, también hay acciones heroicas, solidaridades, ideas interesantes, reflexiones para un mundo distinto, y ganas de salir adelante, vivir, dar vuelta la página.
En este combate contra el virus, en la primera línea están los médicos, las enfermeras, y todos los servidores de salud. Son héroes. Hay muertos entre ellos, ya que a muchos les tocó ir sin armas a esta guerra. Hasta ahora eran 1600 contagiados, el 43% del total nacional.
Estamos en medio de un cataclismo. Lo peor está por venir. Habrá impactos inevitables, pero está en nuestras manos que no sean catastróficos, que puedan atenuarse.
Cuánto se arrepentirán aquellos que decían “es una gripe más”, ya que se perdió tiempo valioso que se debía aprovechar para concienciar sobre la gravedad de la enfermedad, tomar medidas urgentes y planificar todo lo que estamos viviendo. Sin embargo, este no es el momento de acusar. Pasada la experiencia, la evaluaremos y aprenderemos de ella.
Conversación en un taxi: Usuario: “Amigo, ¿cómo ve la situación? Taxista: “Jodidos, jefe, como siempre”. Usuario: ¿Y por qué jodidos? Taxista: “La baja del petróleo y la gente, alocada, con eso del coronavirus, es el colmo”. Usuario: ¿Cómo es eso de alocada? Taxista: “Vea jefe, los del Gobierno, los médicos entrevistados, y los periodistas salen a decir en la radio y la TV que hay que estar calmados, que el coronavirus es una gripe cualquiera que, frente a otras, no es grave, que solo ataca a los viejitos; así que por eso aquí, tranquilo…”.
La educación de la mayoría de escuelas, colegios y universidades, no responde a las demandas de una realidad en la que conviven condiciones aberrantes y lentas del siglo XVIII y las frenéticas y desafiantes del siglo XXI.
Mientras el país se hunde, algunos connotados medios nos distraen, no dejan mirar el bosque. El principal distractor es el próximo proceso electoral, tema que, en vez de constituirse en un buen pretexto para examinar problemas sustantivos, se convierte en la superficial conversa sobre personas y candidatos, o en espacio de promoción de voces oficiales que buscan legitimidad para sus probables candidaturas.
Se oye un sonoro estornudo en el bus… Nadie dice ni hace nada… todo sigue normal. Solo yo, que no sé dónde meterme, pero tampoco hago ni digo nada, por temor a alguna mala cara o insulto. La persona del estornudo, toda campante, vuelve por segunda y tercera vez a su elocuente entrega de microbios. Autorizado por el estornudo se hace presente, en otro lado del vehículo, una potente tos derivada de unos pulmones congestionados. Entonces pensé: “Seguro… treinta contagiados”, angustiado por la actual expansión de la influenza, y de la inminente visita del “corona virus”.
De las alcantarillas de nuestra historia reflotan problemas de racismo e identidad. Adquieren corporeidad política, sin la menor vergüenza, espectros coloniales, monárquicos, hispanistas de ultra derecha. Son resultado del terremoto político de octubre del 2019.
mluna@elcomercio.org Datos alarmantes. Según varias encuestas la gente tiene elevado pesimismo del futuro. Un gran porcentaje cree que sus condiciones de vida actuales son malas y que lo que se viene será peor. No cree en ninguna instancia de poder político: ni en el Gobierno ni en los políticos ni en los empresarios ni en los medios ni en nada, peor en la Asamblea. Hay una debacle del liderazgo. La gente percibe que sus líderes no dan la talla para enfrentar el tsunami que es al mismo tiempo económico, social y ético. Pero la desconfianza aumenta, cuando percibe que la mala situación es aprovechada por poderosos intereses para utilizar las condiciones en su propio beneficio. Como siempre en la historia, no todos pierden en una crisis, hay sectores que ganan. Es tan baja la credibilidad del Gobierno, sobre todo luego del mal manejo político que devino en la sublevación de octubre, que algunos analistas dicen que con tales indicadores de popularidad, prácticamente, en otras circunstanci
Dejando de lado a los dirigentes que tanto incomodan a algunos analistas, políticos y periodistas, el principal rostro de las protestas de octubre no fueron los indígenas, fueron los jóvenes de clase media y baja de las ciudades, entre los que se encontraban indígenas. En efecto, según el Informe cuantitativo realizado por la Defensoría del Pueblo, de las personas detenidas en el paro, se conoce que en total fueron 1.192. De ellas el 72 por ciento eran jóvenes de entre 15 y 29 años.
Algunos analistas, políticos y economistas, pasean en los medios su creencia de que el pueblo es tonto, particularmente el indígena. Creen que es ciego obediente. Que se le dice salga y proteste y, como autómata, sale y protesta, o que, como mascota amaestrada, obedece la orden del amo: siéntese, dé la patita, diga guau… guau.
Los acontecimientos post insurrección de octubre hablan del establecimiento de una suerte de Guerra Fría criolla. No tenemos movilización callejera ni bombas ni barricadas, pero sigue la violencia bajo la forma de agresión verbal, provocaciones y descalificación.