La gente de Río Blanco acaba de ganar una batalla contra un gigante. La gente de Río Blanco hizo uso de su derecho a la resistencia, consagrado en la Constitución. La gente de Río Blanco ha luchado por su derecho a la consulta previa, libre e informada.
Ecuador no es un país de paz aunque tenga un paisaje maravilloso y mucha gente buena y amable. Hay una violencia que apenas si emerge a la superficie y que, cuando ocurre, queremos ocultarla. Una violencia cotidiana. Una violencia que se ignora, pero que existe. No es una violencia ajena, importada de los países vecinos. Es una violencia propia cuyo rostro está en el abandono que es caldo de su cultivo.
maguirre@elcomercio.org Por Paúl, nadie se cansa. Por Efraín, nadie se cansa. Por Javier, nadie se cansa. Nadie se cansa. Nadie se cansa. Nadie se cansa. Por Paúl, hay esperanza. Por Efraín, hay esperanza. Por Javier, hay esperanza. Hay esperanza. Nadie se cansa. Así seguiremos gritando, en silencio, porque nos quitaron tres, y cuatro, y ahora dos más, en esta partida que no alcanzamos a comprender.
La luz de las velas abriga todas las esperanzas para que Javier Ortega, Paul Rivas y Efraín Segarra vuelvan pronto, sanos y salvos. Como un mantra, los colegas, familiares y amigos de los secuestrados, gritan, gritamos: “!Nos faltan tres!, ¡que vuelvan ya!”. “!Nos faltan tres!, ¡que vuelvan ya!”. “!Nos faltan tres!, ¡que vuelvan ya!”, una y otra vez, hasta que se acabe la voz, con la esperanza de que escuchen los gobernantes de Ecuador y de Colombia y, por supuesto, que escuchen los captores y los dejen en libertad.
La resistencia tiene ahora rostro de mujer. Y tiene voz indígena, amazónica, afroamericana. La resistencia es kichwa, shuar, waorani, andoa, zápara. La resistencia se pinta la cara con achiote y con huito, canta, alegre y con voz potente, para llevar su mandato al gobernante: un nuevo modelo porque este no funciona parece ser su consigna. Un modelo respetuoso con el agua de sus ríos, un modelo sin minería, sin petróleo, sin contaminación. Un modelo más amable con la naturaleza y más respetuoso con sus territorios y con su vida. Un modelo inclusivo y una mejor repartición de la riqueza. Un modelo que no es sino la ilusión de futuro para los hijos que tiene que alimentar y educar.
Las lecciones de ética que imparten quienes tienen los más altos cargos de las instituciones del país, consisten, primero, en no hacerse responsable de sus palabras y peor de sus actos. Más bien se empeñan en endilgar la responsabilidad de ellas a quienes difunden, divulgan o descubren sus actos de corrupción, sus palabras o sus acciones u omisiones. Matar al mensajero ha sido la práctica de la década, con funcionarios que creen que pueden esconder sus actos de por vida como si fuera un asunto de andar escondiendo la mugre bajo la alfombra y jamás limpiar la casa.
Que el Yachay no funciona. Que la hidroeléctrica de Quijos no vale. Que las ciudades del milenio están abandonadas y son un desperdicio. Que se repartían coimas allá, acá y acullá. Que la refinería de Esmeraldas fue un botín. Que la del Pacífico, un timo que acabó con El Aromo. Que los contratos petroleros estaban chuecos. ¿Por qué callaron?
Ahora, que se supone que se trabajará en la ampliación de la Zona Intangible para la protección de aquellos que continúan siendo ocultados, de acuerdo al resultado de la consulta popular, hay que poner los mapas sobre la mesa.
Hace unos días la policía de Orellana detuvo a cuatro personas, kichwa y waorani porque encontró, en su poder, huevos de charapa (tortuga) recolectados en las playas del Shiripuno.
Hoy, el día de los Santos Inocentes, vamos a anotar algunas, que son serias, pero que parecen inocentadas. ¿O será que vivimos en el país de la broma perpétua? Porque parece broma, aunque no lo sea. Había una vez un país donde la oposición era del mismo partido de gobierno; donde un vicepresidente tomó vacaciones para pasar en prisión acusado de corrupción, pero cobrando sueldo y aguinaldo y en calidad de perseguido; también parece broma que el ex presidente que se decía presidente de todas las funciones del Estado, diga que hoy el Ecuador vive una dictadura y que, quien quiera perennizarse en el poder indefinidamente sea verdaderamente un demócrata.
Pobre país, teniendo que soportar, además de sus problemas cotidianos, esta bronca entre morenistas y correístas, gentes del mismo partido, hoy enemigos íntimos. Da grima. O sorna. O risa. O todo al mismo tiempo. Se graban unos a otros. Se delatan. Se fisgonean. Se mienten. Se traicionan. Se acusan. Se tapan las trapacerías. Se denuncian entre ellos. Se quitan la plata, la sede, la marca. El gobernante a estas alturas no ha de confiar ni en su sombra. Ni en su mano derecha (¿o era manga izquierda?). Ni siquiera en él mismo. ¿Será de fiar?
El paseo escénico de Guápulo se ha convertido en un altar multicolor, una instalación artística para recordar a Samuel, el niño de la sonrisa de colores, lobo estepario, flautista de Hamelin, el chico pacifista y ambientalista, a quien, como a Francisco de Asís, le seguían los animalitos a los que daba de comer. El de la túnica, el de la humilde casita en Guápulo, en los márgenes de la ciudad y también en los márgenes de esta sociedad intolerante e indiferente. Que ese paseo en Guápulo sea como la voz de la conciencia de la ciudad, que no se borre, que esté ahí y que se sumen más telas de colores formando la palabra justicia, para decirnos, una y otra vez, que no podemos estar cómodos cuando la violencia acaba con la vida de jóvenes, de mujeres, de niños.
Más libros, más libres. Valga el pretexto de la feria del libro en Quito, que está abierta hasta el domingo, para hablar de ellos, para recorrer, tocarlos, gozarlos, buscarlos. Novelas. Cuentos. Poesía. Ciencias Sociales. Crónicas periodísticas. Libros para niños. Autores que se pasean por el recinto. Curiosos. Grandes y chicos. Familias enteras. Estudiantes. Editores. Gestores culturales. Burócratas también. Aprovechen. Hoy, en la feria, es noche del libro y habrá descuentos. Encuentren, como quien busca una aguja en un pajar, el libro que les haga soñar o aquel que les haga volar o el que necesiten para sus estudios o el que habían prestado y nunca les fue devuelto. Busquen a sus autores. Tomen sus selfies y pidan autógrafos a los escritores a los que admiran. Que la feria de Quito no es Bogotá, ni Guadalajara, ni Buenos Aires. Pero es un buen espacio, para ver lo que está pasando en el mundo del libro en Ecuador, para bien y para mal, para discutirlo y ventilarlo.
Parece que la política está volviendo una historia de terror. Como una montaña de arena, el poder se escapa entre los dedos de quienes han estado al frente del país los últimos diez años. En seis meses se ha destapado una caja de Pandora de la cual han salido sapos y culebras venenosas y más de 600 obras que presentan irregularidades y problemas, negociados, peculados, contusiones y cohechos, glosas, malversaciones, timos, abusos de poder, palanqueos, coimas, influencias. Muchos de los hechos de corrupción que hoy se hacen públicos, ya habían sido anotados por la prensa a la que se desacreditó una y otra vez, llamándola corrupta, corrupta, corrupta, hasta el hartazgo. Ninguno de los que ahora se llena la boca con la palabra ética, dijo nada durante diez años. Mantuvieron un silencio. Un silencio cómplice. No escucharon. No sabían. Nunca se enteraron. Siempre viendo para otra parte e ignorando las alertas. Yo no fui, fue Teté.
Se mueven las frutas y nuevamente el Yasuní, el ITT, el petróleo y los derechos de los pueblos ocultados, hacen parte de la agenda de ecologistas, ambientalistas y petroleros. La pregunta de la consulta ha provocado un Amicus a la Corte Constitucional, un documento extenso y farragoso de aquellos que solo entienden los abogados, pero que pone algunos puntos sobre las íes. Ha provocado también unas declaraciones del ministro de Hidrocarburos que demuestra que la voz cantante en este tema la tienen los que más saben (no hay duda de que el sector petrolero es el que tiene más información desde siempre acerca de este tema). Una pena que las primeras declaraciones no vengan desde el ministerio de Justicia, que es la entidad que tiene bajo su cargo la protección de estos pueblos.
Hace unos días la noticia de una “presunta” (maldita palabreja) matanza de indígenas aislados en el valle del Javarí, en Brasil, en manos de garimpeiros o buscadores de oro trajo a la memoria las matanzas en la selva ecuatoriana. Las palabras “presunta”, “posible”, “probable” con las que se tratan estos temas no hacen sino confirmar que el ocultamiento es sistemático, aquí, y en la quebrada del ají. Muertes que no se pueden verificar, en lugares que se dicen remotos (aunque no lo son tanto); crónicas en páginas de curiosidades, con datos imprecisos y fotos ilustrativas (indígenas con lanzas o con flechas, da igual si son de un grupo o de otro); matanzas en las que no se sabe ni el número de muertos ni sus circunstancias ni el lugar ni la fecha; alertas de misioneros y ONGs a oídos sordos del Estado y unas autoridades dignas hijas de Pilatos.
La famosa revolución de la década ha sido un castillo de arena de esos que en la primera lluvia se desmorona. Bastó que deje el puesto el caudillo para que todo aquello que se pregonaba a los cuatro vientos como gran logro se deje ver en su verdadera dimensión. Hoy, todos los sectores de la sociedad: maestros, médicos, abogados, indígenas, constructores, arquitectos, choferes, sindicatos, universidades, mujeres, jóvenes, ancianos, comerciantes, agricultores, tienen algo que decir, quieren ser escuchados, porque tienen demandas y problemas sobre los que se había echado tierra durante diez años pero que no estaban resueltos.
Que robe aquel no tiene nada y que necesita llevar el pan para sus hijos, se disculpa. Que la desesperación de estar sin trabajo le lleve a una persona a tomar de lo ajeno, se comprende. Que el nivel de adicción a la droga H o a cualquier otra droga haga que el muchacho le meta la mano en la cartera para tener para un chute más, ¡hasta se puede justificar! Pero que malversen dineros aquellas gentes que más plata han tenido, que más plata han manejado y que han ganado ya bastante con solo trabajar en la función pública, resulta, indignante. Demasiados ceros tienen las cifras de la corrupción nacional. Demasiados ex ministros, candidatos, autoridades, funcionarios, gerentes y empresarios prósperos se suman esa lista de impudicias. Demasiada gente de cuello blanco metida en el fango de la ambición y del descaro. Demasiada indecencia quienes se decían manos limpias. Ahora parecen estar todos embarrados: metieron la mano en el petróleo y salieron manchados; metieron la mano en la justicia q
Corrupción es usar el poder y el dinero para tener ventajas. Es pagar para estar primero en la fila, sin haber madrugado. Es darle una propina al policía para que no te quite puntos en la licencia Es regalarle una botella al secretario del juzgado para evitar pagar el juicio de alimentos.
Como canguil en la olla empiezan a saltar los descontentos del país. Descontentos los jubilados de la salud que esperan su bono. Descontentos los deportistas que han tenido que correr con los zapatos remendados mientras que unos pocos funcionarios y políticos han tenido jugosos salarios y poco trabajo (¿repartición equitativa de la riqueza?). Descontentos los maestros, los médicos, los estudiantes universitarios, descontentos los constructores, los ingenieros, los exportadores, los economistas, los comerciantes, los taxistas, las mujeres, los que esperan una vivienda o aquellos damnificados a quienes no les ha llegado nada. Normal. Ahora los descontentos pueden hablar, decir, reclamar, pararse en la plaza grande y hablar de lo que les incomoda: desde la carestía de la vida hasta las dificultades laborales pasando por la violencia de género, los detenidos y los desaparecidos.