El ritmo del país y del mundo nos está haciendo extremadamente coyunturales. La agenda de cada día, es la agenda de la vida. El horizonte se agota, en el mejor de los casos, en la semana. Más allá no hay nada que permita ver entre la niebla de la incertidumbre. Vivimos al ritmo de los acontecimientos, al paso que marcan las urgencias por cerrar el mes y concluir las tareas inmediatas.
Los árbitros andan perdidos en el campeonato. Sacan tarjetas amarillas y rojas, según sus apreciaciones y no porque lo ameriten. Ellos se creen dueños del espectáculo y aún se resisten a entender que deben ser canalizadores del juego.