Alejandro Ribadeneira
Desde Medellín
Alicia Eugenia Vargas es bajita, usa lentes de marco grueso y la llaman doctora, por su título en Derecho. Con ese ‘look’ intelectual esconde su pasado de mejor judoka de Colombia durante una década. Incluso obtuvo un bronce mundial.
Ahora es dirigente y enfrenta una pelea que requiere más que un cinturón negro para ganarla: lograr que el deporte borre el estigma de Medellín como la ciudad más violenta del mundo que tuvo en 1993 (ahora es la octava).
Vargas es la directora de los IX Juegos Sudamericanos que se celebrarán en marzo de 2010 en Medellín. Su cargo lo toma como una oportunidad casi milagrosa de servicio público. Si a un extranjero le piden que defina en dos palabras a Medellín, las primeras que escogerá son ‘Pablo Escobar’ o ‘violencia y narcotráfico’, que son lo mismo. Por eso Vargas le ha puesto mucho énfasis al aspecto social de los Juegos.
“Estos serán los mejores Sudamericanos de la historia porque nunca antes se ha involucrado tanto a los ciudadanos en su organización”, dice con orgullo Vargas, quien aún recuerda la cara de susto de algunos miembros de Odesur cuando los osados planes de Medellín fueron anunciados.
Involucrar a los ciudadanos no era escoger por concurso público la mascota, el logotipo y los uniformes oficiales de los 700 jueces, lo cual se hizo. Medellín ha ido más allá. Por ejemplo, es la primera vez que la villa olímpica será construida en uno de los barrios más pobres y alejados de la ciudad.
El alcalde Alonso Salazar, periodista de profesión, planea convertir la villa (13 edificios de 620 apartamentos) en una urbanización para las clases pobres.
“Los directivos de Odesur se asustaron con la idea de poner ahí la villa, en las montañas”, confiesa Esperanza Palacio, la vocera de los Juegos, con una sonrisa.
Los barrios pobres, llamados comunas, están conformados en su mayor parte por desplazados de la violencia interna y carecen de servicios. Sus casas (a veces ladrillos, a veces cartones con techos improvisados) están encaramadas en las colinas, una tras otra.
Los sicarios suelen convertirlas en trincheras para sus ajustes de cuentas, lo cual a veces obliga al Ejército a entrar, como ocurrió el pasado abril. No obstante estos problemas de imagen, la villa olímpica están prácticamente terminadas y la decisión de instalar ahí a los 1500 atletas de 15 países está tomada.
Para llegar a la villa habrá que utilizar el metrocable (un teleférico de transporte masivo al servicio de las comunas). Esto generó otro hecho significativo: el sistema público de transporte será el oficial para los atletas y los jueces.
“Los Juegos son de todos es nuestro lema, al que intentamos convertirlo en hechos prácticos”, reflexiona Vargas, al señalar que todas las obras han sido pensadas en beneficio de la comunidad.
Los Juegos dejarán a Medellín cinco coliseos nuevos, además de la reparación de los centros deportivos antiguos.
Pero el mayor legado que Vargas y su equipo desean dejar es el fin del estigma de la violencia. “Medellín es la capital mundial de la esperanza”, dice Vargas.