No necesitamos ni nacionalistas ultraístas ni traidores que se pongan del lado mexicano.
La política apela siempre a dos sedantes para la desgracia: identificar enemigos y crear relatos.
Premios y castigos se dispensan con las encuestas.
El gobierno tendrá que lidiar con el desgaste de la guerra, la realidad de la economía y la soberbia del poder.
Comprar una mayoría parlamentaria tiene alto precio, pero la mercancía que se compra es poder.
El resultado de esta política volátil de enemigos y amigos intercambiables está a la vista.
La política ya no entretiene porque carece de reglas, provoca caos, miente y roba.
Los asambleístas pretendían pasar camufladas formas de consagrar la impunidad de políticos condenados y prófugos.
La solución es gastar menos reduciendo el ejército de pipones que hay en la administración pública.
El problema es cómo salir de la guerra.
Si el gobierno o la oposición empiezan a buscar réditos políticos o electorales, ponen en riesgo la victoria.
Los políticos hoy en día hacen cosas que creíamos vetadas.
La esperanza de recuperar nuestro país ha vuelto.
Una consulta sin entusiasmo es inútil.
El debate más imortante es con uno mismo para evitar errores garrafales.
Si hay dos funcionarios que no deben mentir jamás, son el legislador y el juez.
Cuatro son los grandes problemas actuales.
El proyecto económico urgente salvará los muebles del gobierno, pero no resolverá el problema económico.
El lider que necesita el pueblo ecuatoriano no es el bombero que apague incendios sino el constructor que diseñe un proyecto nacional.