Marcelo Birmajer ha desarrollado su escritura entre la literatura juvenil y el periodismo, entre la novela, el cuento y el guión cinematográfico. En ese contexto, en una pausa durante la Feria del Libro de Quito 2010, responde estas preguntas…
¿Cómo se plantea usted la escritura?
El cuento surge espontáneamente, mi piloto automático va hacia allá. La novela me requiere el modo oficio y un importante porcentaje de vocación. El guión es puramente oficio.
¿Qué exige ese oficio?En primer lugar, estructura, qué va a pasar en la historia y de qué manera va a ser contada; luego las voces y las características de los personajes; y, por último, energía para escribir, después de programarlo hay que disfrutarlo. Es más fácil estar a favor de la pena de muerte, que ser el verdugo.
¿Dónde está la motivación para escribir un cuento?
En la sorpresa, la historia singular, desconocida, inapropiada, inquietante. Por ejemplo, en ‘Historia de un disfrazado’, hay una pareja en la que ella es más alta que él; es una anécdota menor, pero a partir de ahí escribo el relato.
Surge la historia y ¿también las voces de los personajes?
No siempre. Me considero un gran cuentista dentro de mi trabajo; sin embargo, una de mis falencias es que mis personajes hablan todos iguales, tienen personalidades distintas, pero todos comparten un mismo léxico.
Que también es su léxico…
No, en lo más mínimo. No es mío, pero es el que inventé para todos, un idioma que comparten mis personajes. En mis cuentos se diferencia quien ama, de quien es amado, quien busca seguridad y quien huye, pero todos hablan con las mismas palabras.
¿Ellos tienen de usted?Todos tienen mis falencias y debilidades, también tienen mis fortalezas; pero ninguno soy yo, y ellos tampoco son yo. No sufren como yo, no disfrutan como yo, ni viven lo que yo vivo.
¿Se encariña con ellos o más bien se distancia?
Eso no se busca ni se evita. Buscar encariñarte es una utopía, lo sientes o no. Es más fácil distanciarte, porque no puedes amar a quien no amas. Hay personajes como Javier Mossen, reiterativo en mis historias, que yo utilizo para dar opiniones o para eludir cosas; tenemos empatía pero somos criaturas distintas.
¿Por qué decidió escribir literatura juvenil?
Hay un segmento de la literatura universal más interesante para los jóvenes, sin dejar de ser para los adultos. Creo que ‘El Quijote’ no es un libro accesible para una franja de los 9 a los 16 años; mientras que Ítalo Calvino o Stephen King sí, son interesantes para adultos y amables para adolescentes, y son una puerta para luego acercarse a Flaubert, Tolstoi o Miguel de Cervantes’
¿Ha comprendido la psicología de sus lectores?
Nunca, un escritor para capturar a un lector tiene que ignorar lo que le atrae. Vos tienes que guiar, hacer que a la gente le guste lo que escribes. Hay una serie de dogmas que respeto: que la historia empiece, se desarrolle y termine, que sea capaz de sorprender y emocionar; pero el lector tiene que ser un misterio para vos, y tu literatura un misterio para él.
¿Sus caminos en la literatura juvenil empatan con la juventud actual?
El lenguaje de mis personajes no es el de hoy y muchas de mis historias no son lo que ellos viven, porque, más bien, huyen de la Internet, el celular, Disney, no hay Facebook, suceden en otras épocas. Lo que tiene de contacto es que los personajes aprenden a vivir todo por primera vez.
¿Cómo ejerce el periodismo, junto al hacer ficción?
El periodismo es una materia prima que hay que utilizar con cuidado para la ficción, hay que trabajar a tal punto que parezca inventado. En cambio a la literatura no hace falta dosificarla cuando se escribe una crónica, si tienes datos, investigación, testimonios’ un ejemplo es ‘A sangre fría’, de Truman Capote.
¿Comparte actitudes ante el periodismo y la ficción?
Comparto el respeto. No importa cuán interesante sea la noticia, vos tienes que conquistar al lector con una buena prosa. No soy un noticiero, soy un escritor contando una noticia. Por otro lado, la realidad perfuma a la ficción.
Como guionista, ¿cómo es ver la palabra hecha lenguaje audiovisual?
Como para Aladino la primera vez que aparece el genio de la lámpara, se te cumplen tres deseos: los personajes viven, actúan como vos quieres y a la gente le gusta. En ‘El abrazo partido’, el director (Daniel Burman) mejoró todo lo que yo escribí’